Creía imposible que Raimi se superase a sí mismo, pero diría que lo ha logrado con su segunda entrega del hombre araña. El héroe ahonda más en su poder y sus sueños. El amor se le escapa, la responsabilidad le atropella, la amistad se le envenena. El mundo necesita a Spiderman pero Peter Parker cree no necesitar a Spiderman. El héroe ante el mayor de sus dilemas.

Luego hablan de adaptaciones oscuras y palabrería grandilocuente, cuando esta saga es la que verdaderamente toca todos los resortes posibles en torno a los superhéroes. Está tan bien hecha, que sus conclusiones y conflictos trascienden el género del cómic y se establecen como referentes absolutos de la acción, la heroicidad y el ser humano. El deber frente a la libertad; la mediocridad frente a la superioridad; el amor verdadero e imposible, contra el amor pasajero pero cómodo; la felicidad de la ignorancia en pugna con la infelicidad de quien renuncia a sus deseos por un concepto más sublime, inalcanzable casi, de lo correcto, del Bien como aspiración máxima y obligada para todo Hombre. De esto va el «Spiderman» de Sam Raimi. ¿Quién le iguala?

Se tira demasiado de efectos especiales para algunas peleas, lo que se nota mucho, por desgracia; por ejemplo, cuando se encaraman a los edificios. El toque de humor funciona, y es, más que nada, original y juvenil. Muy simpático. Tobey Maguire vuelve a ponerse el traje azul y rojo, y nos sigue encantando y convenciendo como tipo normal y extraordinario a la vez. Kirsten Dunst está maravillosa como Mary Jane; es imposible no enamorarse de ella. James Franco y su Harry Osborn, con menos peso en la trama de lo que cabría esperarse, va cayendo al precipicio de la locura, sin salida posible. El villano, que paradójicamente no es malo por sí mismo, se encuentra a cargo de un genial Alfred Molina.

Un Octopus vibrante que protagonizará un desenlace magnífico, cargado de tensión, de acción y de amor; ese amor que te da la fuerza cuando más decaído, indefenso y débil te encuentras, de lo que sabe mucho Peter Parker. Convertir el idilio de Marvel basado en «la chica de» en algo más íntimo, más carnal, más poético, es uno de los grandes aciertos de la trilogía. La pareja Peter-Mary Jane mantiene la pasión y la contención amorosa conmovedora que hace que se te salten las lágrimas cada vez que se miran. Este amor es, también, heroico.

Entretenida, seria, épica, grande. Lo sé y te lo digo.