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España España · Málaga
Voto de Kaori:
4
Drama. Bélico Marisa Fuenterreal recuerda los días de la resistencia en el santuario de la Virgen de la Cabeza. Allí conoció a Aracil, un hombre de ideas extremistas que la salvó de las tropas enemigas, y luego al capitán Cortés, que murió en la batalla final junto a la mayoría de los defensores. (FILMAFFINITY)
13 de agosto de 2016
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
De la Guerra Civil se han hecho ciento y una película pero curiosamente siempre se tratan desde el mismo punto de vista, entre ideológico y trágico. Sin embargo, ¿qué pasa con las hazañas bélicas? ¿Qué ocurre con los actos heroicos de los combatientes? En España somos así de catetos y pasamos por alto la belleza desgarrada de la guerra y de la muerte.

«El santuario no se rinde» es un ejemplo de lo que digo. ¿Habéis escuchado alguna vez eso de «las caras de Bélmez», quizá el hecho paranormal más famoso de nuestra geografía? Cierto o no, algunos especialistas relacionan la batalla del Santuario (cómo suena esto, por favor...) con la fenomenología posterior, y esto lo digo para dar una idea de lo relacionados que están los acontecimientos, de que el pasado es presente, de que nada se ha ido del todo, sino que queda de una manera o de otra, solo que nadie lo sabe porque no se estudia o porque no nos fijamos.

Bueno, ¿qué pasa con «El santuario no se rinde»? Pues que no hay quien la entienda. Alguien que no supiera nada de historia española se quedaría a dos velas, porque aquí no se explican ni ideologías, ni ideas, ni contexto, ni situaciones. Nada. Los creadores de la película eran republicanos, detalle meta cinematográfico que encuentro más interesante que la película en sí, y de ahí que su protagonista, Alfredo Mayo, sea un anti golpista que, ojo, es notario, rico y cacique. Pero un buen hombre. Obviamente, la historia se centra en el asedio al Santuario y las vivencias de algunos guardias civiles y de algunos ciudadanos, todo contado con una gran falta de ritmo y mucha carencia de contenido más allá de la evidente y justa vocación heroica que el cine patrio debería recuperar.

Floja.
Kaori
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