Igual que alguna vez he dicho que para mí las lágrimas no convierten una película en un drama, los tintes de cachondeo no bastan para hacer comedia. Esta película es el ejemplo perfecto de esto último. El reparto, la sinopsis, el póster de la peli… todo ello induce a error. Esta película transmite lo mismo que una laaarga charla de rellano con un vecino que solía ser idealista de joven, y ahora, desde su actual vida gris y conformista, recuerda aquellos tiempos con cariño. En mi opinión hay temas que sólo pueden abordarse con un determinado tono, y el que principalmente se trata en esta película (lo enferma que está la sociedad y cómo escapar de ella) NECESITA ser llevado al extremo para “cuajar”, en lugar de aburrir o sonar a cliché deprimente. Personalmente suspendo al director por falta de energía. Pero le pongo muy buena nota a Owen Wilson por lo contrario: a él le debo el 100% de mi aguante hasta el final.