Cuando parecía que la serie B ya estaba totalmente apagada (aunque algunos cineastas intenten hacerla resurgir), van y le meten una trama de telefilm como telón de fondo que sonrojaría a cualquier productor de telenovelas suramericanas, seguramente para paliar su corta originalidad (gente atacado por avispas encerrada en un recinto como protección -!!!!!!!-), pero es que vamos... todo eso del tinglado inmobiliario no tiene nombre, podría haber sido uno de esos telefilms que nos endilgan cada domingo en televisión... pero añaden unas abejas asesinas, y ya está, ya tenemos otra de ¿terror?

Y lo peor no es que McDowell siga siendo desaprovechado en heces de este tipo, infames papeles secundarios o mamarrachadas de gran calibre porque un pez gordo hollywoodiense determinó que no era suficientemente guapo como para ser el nuevo Paul Newman -grandioso actor, por cierto- o encabezar el reparto de una nueva superproducción (cosa que, en gran parte y sin saber porque -aun no lo comprendo- padecieron algunos actorazos que trabajaron con el maestro Kubrick, como McDowell mismo, D'Onofrio, Modine o Ryan O'Neal, entre otros), lo peor no es eso no, sino que llegue el final y entre tanta estupidez no sepas reaccionar, ya no por lo mil veces visto que aquí se repite hasta el hartazgo, ni por los tipiquísimos personajes ya tan vistos (el que quiere salvar su trasero, los que obran de buena fe, etc...), sino por esa terrible y risible conclusión donde se dan grandes muestras de que ni siquiera sabían como culminar la historia.