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España España · Honor al Sabadell!
Voto de Grandine:
7
Intriga En el Londres de la posguerra una joven pareja y su bebé encuentran un hogar en el número 10 de Rillington Place, una preciosa vivienda cuyo inquilino del piso inferior, John Reginald Christie, resulta de lo más inquietante. Lo que desconocen ambos es su violento historial de asesinatos en serie de mujeres mediante gas y sus posteriores actos necrófilos, impulsos criminales que Beryl acabará reavivando en su mente. (FILMAFFINITY)
8 de abril de 2009
30 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una mirada penetrante, una media-sonrisa inquietante y una expresión fría, cuasi glacial son las señas de un personaje que, más que erguirse como una mera herramienta, un simple títere a manos de Fleischer para desgranar una historia que parecía estar trazada a modo intriga, pero no lo está, posee los suficientes recovecos como para que el espectador pueda atisbar algo de la intensa humanización del personaje, y lo vea como algo más que un simple psicópata cuya única meta es cometer impúdicos y reprobables actos con el fin de llegar a un punto, pues aquí, el motivo, la causa, es eludida con enorme acierto para trazar un discurso audaz, sin ataduras de ningún tipo, que esquiva el efectismo tan propio de este tipo de cintas, y se vuelca en lo que podría haber entrañado mayor dificultad, acertando así de pleno, alcanzando geniales cualidades a la altura de pocos.

Además de ello, Fleischer, para llegar al punto deseado, no da ni un sólo rodeo: no inicia su propuesta como un policíaco en clave de thriller para luego pasar al drama desarraigado que nos servirá más tarde, no nos ofrece burdos giros sobre los que desarrollar su film y jugar al despiste con un espectador que en todo momento sabe donde está, y no se le ocurre cortar, lo más mínimo, las posibilidades que "10 Rillington Place" ofrece, huyendo así del huero artificio. De hecho, no se le ocurre ni por un sólo momento: en su primera secuencia, al desnudo, sin irrisorios enmascaros, sin juegos de fuera de campo y sin posibilidad de dar a equívocos, se nos presenta al asesino, in fraganti, en una de sus empresas por terminar con la vida de una apacible mujer de avanzada edad que, además, parece conocerle. Ahora si que no hay excusa.

A partir de ese momento, y desde que un increíble John Hurt que da una réplica bastante buena al estupendo, colosal y brutal Richard Attenborough, que con cada movimiento y cada gesto se come la pantalla como si los demás personajes no tuviesen derecho a coexistir en el relato, se impone una historia cruda y fuera de todo tópico, en la que nada es lo que parece y la trivialidad cinematográfica es desechada en pro de un realismo que le viene como anillo al dedo al film.
Pero mejor todavía es que ese realismo no sea un mero artefacto para contarnos que sí, en efecto, la historia que se nos relata fue real, y vaya más allá para hablarnos sobre la condición de un hombre que, en su absoluta frialdad y aspereza, permanecía escondido y temeroso, esperando el preciso día, la irremediable sentencia, por unos crímenes ante los que siempre tuvo completa conciencia, pero jamás la seguridad de llegar a un punto con toda aquella espiral de gélida crudeza.
Grandine
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