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España España · Zaragoza
Voto de el chulucu:
10
Comedia Cantinflas, propietario de un negocio de limpieza, limpia las ventanas de la casa de una famosa actriz de cine francesa. Mientras lleva a cabo su labor observa cómo un hombre roba uno de los famosos collares de la actriz, pero sólo puede verlo de espaldas. (FILMAFFINITY)
31 de mayo de 2017
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Considero "Abajo el telón" una de las Grandes del genial cómico mexicano. Como todos los ilustres genios -ya sea en la actuación o en la dirección- del séptimo arte, exhibe una carrera repleta de obras maestras ("Ahí está el detalle", "Los tres mosqueteros", "El supersabio", "El bombero atómico", "El señor fotógrafo", "Caballero a la medida") y de exiguos fracasos (sus últimas películas).
"Abajo el telón" comienza de forma trepidante. Cantinflas en estado puro: chapucero, faltón, ligón, caradura, abusón... destroza el elegante despacho en cuestión de segundos. Luego, la película se desarrolla con ritmo pausado y diálogos memorables ("pues sí, este chamizo es mío... y ahora sufra" o toda la conversación con el comisario de policía). Y en su parte final, probablemente, los veinte minutos más increíbles, trepidantes y divertidos de la historia del cine. El genio campando a sus anchas en el escenario del teatro; llevando cafés a deshoras, apuntando letras inventadas ("me sobran arrestos para cruzaros la cara"), serrando sillas, bailándolo todo, ante los ojos de unos espectadores con el hígado dañado, faltos de aire y dolorosos pinchazos en la garganta de tanto reír y reír. Porque quien no ría en esos portentosos veinte minutos tiene un grave problema.
No, Cantinflas no es comparable a Chaplin, Keaton o Lloyd. Es mejor. Es el más grande. Tiene mejor mímica en su rostro, en sus movimientos. Habla y despista a su oponente. Habla y falta. Falta a muchos. Sobre todo a los hombres. Habla y te mondas. Es rápido, demasiado rápido. Como Groucho. Los dos más rápidos del Oeste.
Mis padres me lo dieron a conocer. Nunca podré agradecérselo lo suficiente. Ellos lo veían en la pantalla grande. Como debe ser. Me decían que la gente se reía tanto que no podían seguir los diálogos enteros debido al estruendo de las carcajadas. A mi hermano y a mí nos llamaban la atención los vecinos por el mismo motivo cuando veíamos una y mil veces la secuencia de Serruchini.
Mil gracias, Cantinflas. Mientras nos sonríes desde el cielo, yo, aquí abajo, faltaré un poquito a los que creen que hacer reír no tiene mucha importancia.
el chulucu
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