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Rusia Rusia · Stalingrado
Voto de Ferdydurke:
3
Drama Una crónica de los tiempos de Max Perkins (Colin Firth), el editor de libros más admirado en el mundo, que presentó al público a los más grandes escritores de este siglo, revolucionando la literatura americana. Incasablemente comprometido con el fomento del talento, fue la fuerza detrás de grandes estrellas literarias como F. Scott Fitzgerald (Guy Pearce), Ernest Hemingway (Dominic West) y Thomas Wolfe (Jude Law). (FILMAFFINITY)
21 de diciembre de 2016
26 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Íbamos bien. Hasta casi la mitad la historia, tenía interés, los personajes eran buenos, había bellas palabras y estupendos contrastes, lo apolíneo y lo dionisíaco se batían en duelo, Thomas Wolfe nos tenía cogidos del cuello, nos arrastraba con su fuerza huracanada y su yo torrencial. Estábamos gozando moderadamente, si cabe tal contradicción timorata y aberrante.
Difícil me sería delimitar el momento preciso en el que se jodió el invento. Me gustaría echarle todas las culpas a la petarda de la Kidman (hubo un tiempo en que fue, y a veces todavía es o puede ser, más maja), a su personaje insufrible y lastimoso, grotesca representación de imposible asunción. Pero tampoco, ella es solo la chispa que enciende el pandemónium resultante, ese engendro repleto de sermones a contrapelo, lloreras sin cuento, dramones a flor de piel y grandes luminarias de las letras convertidas en fantoches lamentables (Fitzgerald y Hemingway a cada cual más reducido a un arquetipo simple, facilón y penoso), como títeres descabezados.
Diría, centrándome un poco más, que la cosa se tuerce cuando se pasa de la literatura a la histeria, o de los libros al psicodrama familiar, o del proceso de creación a la amistad más grande que el mundo; del arte a la homilía. Lo que apuntaba a recreación feliz de una relación fructífera y conflictiva se nos viene encima como fórmula narrativa esquemática y simplona con un contenido moral digno de una catequesis. Pero no nos adelantemos demasiado todavía, antes deberíamos desmenuzar algunas cuestiones un tanto más simpáticas. Por ejemplo:
- La escritura a cuatro manos. El escritor crea el boceto y posteriormente lo poda y desbroza en compañía del editor que es a su vez el que dirige la orquesta formada por estos dos individuos tan extraños y dispares.
- El yo del autor como un monstruoso animal que arrasa con todo, ahíto de egoísmo y desmadre.
- El peligro, o el acierto, según se mire, de convertir la escritura en un inmenso y feliz juego en el que las palabras solo remitan a sí mismas y no cuenten nada, millones de sílabas danzando en torno a una música enloquecida, autorreferencial y delirante.
- La bohemia frente al orden. El quizás necesario cierto desequilibrio del autor debe ser constreñido, domeñado o compensado en alguna medida para que su obra no sea completamente ilegible, nada más que puro desahogo narcisista e incomunicable.
Y ahora veamos también sus numerosos defectos:
- La innecesaria utilización de los elementos familiares como adornos engorrosos que trivializan, enfangan y atontan la narración. Tal y como están planteados, no aportan nada. Nicole es un estrambote. Laura apenas son tres o cuatro miradas. O las explicas bien o no las pones. No vale con recurrir al tópico de la queja y la muy cansina y socorrida letanía de siempre me dejas sola por tu trabajo, querido maridito o amante mío al que tanto quiero y deseo y que poco me lo agradece el puñetero con lo que yo lo valgo y le doy, ay, ay, ay.
- La correción política y la moralina apolillada. La película no se abre en torno a preguntas y ambigüedades, al contrario, se cierra y empequeñece cuando se dedica a impostar lecciones morales y soflamas clericales.
- Se tiende a la caricatura de museo de cera, al exceso, el meneo, el mareo y el memuero, no me lo creo, a la brocha gorda y la poca sutileza.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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