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España España · MADRID
Voto de ELZIETE:
8
Cine negro Bob es un viejo gánster y un jugador empedernido que está casi a punto de arruinarse. Entonces, a pesar de las advertencias de sus amigos, decide atracar el casino de Dauville. Todo está planeado a la perfección, pero la policía está informada del atraco. (FILMAFFINITY)
21 de abril de 2019
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizás hace treinta años se podría decir que Jean-Pierre Melville (París, 1917-73) era uno de los grandes directores olvidados si uno no era muy cinéfilo. Hoy día nombres como John Ford o Billy Wilder tampoco es que digan mucho a los que nacieron hace tres décadas. El Cine, con mayúsculas, ha dejado de ser el vehículo principal para enseñar divirtiendo a las clases populares. El Arte y el entretenimiento visual tienen hoy día para bien y para mal infinidad de rostros, que han acabado por destronar a la gran pantalla. Eso no quita para que su esencia siga ahí para que se haya transmutado y evolucionado, para que siga más vivo que nunca en cuanto a contenidos y distribución por mucho que las salas, los grandes templos oscuros de los sueños vayan caminando más rápido que lentamente por la senda de los elefantes hacía su mítico cementerio, donde su legado de millones de colmillos de celuloide se acumulan como el mayor de los tesoros.

A Melville, apellidado Grumbach, le encantaba el cine de John Huston, el noir estadounidense y decidió versionarlo en Francia. Obviamente no solo hizo noir. Empezó a los treinta años como Juan Palomo y llegó a crear su propia productora y sus propios estudios (Jenner). Esto, sumado a la buena aceptación de sus films le otorgó la libertad creativa para tener una mirada y un lenguaje propio y conseguir trabajar con los actores y actrices más cotizados. Los apóstoles de "Cahiers du Cinéma" le ensalzaron y reconocieron la influencia de su semilla en la "Nouvelle vague". Con todo y con ello, quizás por su amor por el cine USA, el cine Francés le fue enterrando entre nombres de directores más apegados al país en un actor de chauvinismo injusto con su obra.

Con "Bob, el jugador" comienza su serie noir. En blanco y negro como mandan los cánones, con gabardina bogartiana y Plymouth Belvedere convertible del 55, Bob, (no pudo contratar a un caro Jean Gabin y le dio el papel de su vida a Roger Duchesne)  un viejo zorro plateado, ludopata y buen ladrón como Dimas, se pasea por Pigalle (al que Henri Decae fotografía maravillosamente) y Montmartre como si fuera el Bronx, siempre tentando a la suerte, siempre jugándosela al todo o nada. Bob, tiene buen corazón, es generoso, ayuda a sus amigos (incluida la policia) y amigas para salir adelante en la jungla de la calle. Bob, sabe que se acercan su últimas apuestas en la vida y ejerce de Pigmalión con una adolescente Galatea (quince añitos tenía entonces Isabel Corey que se come la pantalla). Bob, vive en un mundo de hombres donde la camaradería es santo y seña, como lo fue en la vida del propio director durante la IIGM.  Se habla poco, se fuma y se bebe mucho, se planea un robo y Melville se acerca al alma de sus personajes a través de sus rostros, de las elipses, de los fueras de campo, de unos primeros planos que se mezclan con las calles regadas de un París vespertino y los neones de las noches interminables. Todo un derroche de estilo. Al final Bob como Dimas pagará por sus pecados pero la suerte le sonríe para entrar bien surtido en el reino de los cielos.

Neil Jordan realizó una versión notable en el 2002 con Nick Nolte a la cabeza y directores como Paul Thomas Anderson, Jin Jarmusch o Tarantino tienen la película de Melville como uno de sus referentes. Dicho queda.

cineziete.wordpress.com
ELZIETE
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