Me ha gustado “Super Size Me”, me ha hecho gracia su enfoque humorístico, su tono socarrón, y sobre todo, su intencionalidad aleccionadora. En cuanto a esto, dando un repaso a las críticas negativas que apuntan, acertadamente, al tono demagógico y la falta de rigor de dicha intencionalidad, no puedo sino afirmar que tienen razón, pero parten de un gran error de base. Y es que creo que ninguno de ellos ha pisado los EE UU.

Desde España, uno de los países, de momento, más saludables dietéticamente hablando, es evidente que por acceso a alimentos de calidad y tradición culinaria, este documental parece innecesario. Las ensaladas, la fruta, la verdura, los productos beneficiosos para nuestro organismo son más o menos habituales en nuestra mesa. Otro cantar es Norteamérica y su generalizada desinformación, señores. Paseando por sus ciudades verán auténticas plagas de restaurantes fast-food y de gente obesa; no hablamos de más o menos gorditos o de una mera cuestión estética, sino de niveles exasperantes e insalubres que, de verdad, acojonan.

La cosa es que sí, aquí damos por supuesto que todos sabemos que atiborrarse de hamburguesas es perjudicial, pero es que esa percepción no existe o no existía hasta hace bien poco en EE UU. Parejo al hecho de que su sistema sanitario es ciertamente penoso para nosotros, está el hecho de que no hay una cultura de información nutricional, no hay una concienciación sobre la salud como la que aquí tenemos y damos por supuesto.

Haced la prueba, pegaos un viajecito, a ver cuanta verdura (¡y a qué precio!) encontráis cuando comáis por ahí, ved si lo tenéis fácil para conseguir una mísera lechuga fresca en los mercados, la cantidad de anuncios de marcas de alimentos grasientos y/o azucarados que os bombardean a diario, y cuando os sentéis en la mesa del restaurante y en lugar de encontraros una aceitera halléis una barra de pan con mantequilla, a ver si seguís opinando que este pseudo-documental es innecesario.

¿Es exagerada y tramposa “Super Size Me”? Por supuesto, nuestro sentido común acusa que es morosa en el “experimento” particular de Spurlock, pero no así en las cifras de restaurantes fast-food, en la cantidad de enfermedades derivadas por la mala alimentación en la población, en la falta de ética de estas grandes empresas que se lucran a costa de la salud de sus ciudadanos, en la difusión generalizada de un sistema alimentario incompatible con nuestro diseño evolutivo*.

“Super Size Me” no es objetiva, no es científica ni rigurosa, pero si ha servido para dar la voz de alarma, para que el imperio de McDonalds se tambaleara y para que muchos se replanteen qué está haciendo el hábito de la comida rápida con su organismo y su calidad de vida, bien vale estas siete estrellitas.