Dentro del cine peruano, realmente hay pocas películas que me hayan sorprendido, ya sea por su lenguaje o por lo técnico o por su narrativa, y como quién no quiere la cosa (porque no esperaba conseguir esta película aunque me moría por verla) tuve la oportunidad de verla, satisfaciendo así, mi curiosidad. El resultado final fue, la ya mencionada, sorpresa que me generó, cosa que solo me había pasado con Mariposa Negra de mi querido Pancho Lombardi.

No diré mucho sobre la sinopsis porque no hay nada que pueda decir que pueda aportar algo distinto a lo ya escrito. Una historia contada de forma fragmentada y desordenada que trata acerca de la vida de alguien harto de la vida capitalina y que desea (algo raro, incluso para la época actual) irse a la selva a ser un agricultor y los obstáculos impuestos por el sistema peruano así como también distintos problemas familiares.

Robles Godoy nos ofrece un ejercicio de estilo tan desafiante como cautivador. El collage de imágenes de las cosas aparentemente tan triviales que, cabe decir, aunque por momentos es genial por ratos también llega a ser un poco cansante. No obstante, hay que decir que me alegra haber visto a un cineasta peruano con esa hambre de innovación. Robles Godoy tenía esa visión de cine como arte; como forma de expresión; como catarsis y nos lo impregna en cada uno de los planos de esa selva tan misteriosa como bella.

La historia es tan simple que la sigues sin problemas sin importar mucho los constantes flashbacks. También está contada con buen pulso narrativo y sin melodramas en los momentos más conmovedores (lo cual es de agradecer). Definitivamente es una película que cualquier cinéfilo disfrutaría de alguna forma, por lo que recomiendo encarecidamente su visionado y aún más si te consideras un cinéfilo y eres peruano. Te agradará echarle un ojo a esta gran película.