Segundo largometraje de Ruiz Palacios, director que no pasa desapercibido después de haber "destacado" con su cinta güeros, con la cual cautiva al público de recintos como el de la Cinéteca Nacional, y que se dispone a conservar ahora con las hazañas de nuevos personajes que adolecen de interés.

Protagonizada por Gael García Bernal y Leonardo Ortizgris —el primero ya entrado en los 40 y con un afán de interpretar personajes más jóvenes—, el nuevo guión se basa en un hecho real perpetrado allá por 1985 y ejecutado por dos talegones incapaces de aterrizar la única y gran desventaja de hurtar el Museo Nacional de Antropología, la imposibilidad de vender las piezas del legado ancestral y sí justificar el hecho de burlar la seguridad del lugar con un robo tan impecable como cuestionable llevado a cabo por dos amateurs estudiantes de veterinaria originarios de Ciudad Satélite.

Al transcurrir los minutos y repentinamente enterarnos de la decisión de Juan, queda en claro que la cinta prescinde de un planteamiento que fortalezca el suceso sobre el cual se centra la trama y nos brinde detalles de la planificación. Mientras tanto, opta por indagar la anodina vida de éste para revelar su insatisfacción personal y familiar, la cual es causa de muchas decisiones erráticas y nada favorecedoras al momento de cargar con el botín, así como en el desenlace de su hazaña.

El déficit argumental se ve venir posterior al robo, se ahoga en un relato tedioso y por tanto hay que arroparlo con otros aspectos como la fotografía, la dirección de arte y hasta con esas fastidiosas subidas de volumen en la música que ciertamente homenajean al cine de la llamada época dorada del cine mexicano, que reiteran esa petulancia de quien hoy llama la atención por supuestamente retratar una juventud extraviada y sin rumbos claros.

Con reserva para un buen comentario y sin duda una recomendación, no es una película sorprendente.