Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Juan Marey:
8
Comedia. Drama Fábula moral basada en la famosa comedia de Moliere sobre la hipocresía de un hombre que quiere adueñarse de una gran fortuna. (FILMAFFINITY)
20 de enero de 2019
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Tartufo” era un encargo que Murnau se vio obligado a dirigir un poco a desgana cuando estaba preparando la que pensaba que sería su siguiente obra, una adaptación del mito de Fausto. Esta versión de Tartufo sin embargo ya llevaba tiempo gestándose antes de que el proyecto cayera en manos de Murnau, pero el anterior film del director, “El Último” (1924), había tenido tanto éxito que seguramente la UFA decidió volver a reunir al equipo que había hecho posible esa obra maestra para asegurarse la jugada: Murnau como director, Emil Jannings como protagonista, Carl Mayer como guionista y Karl Freund como operador de cámara.

El guión de Carl Mayer no era una adaptación rígida de la comedia original de Molière sino que, al contrario, se tomó la libertad de eliminar unos cuantos personajes así como de algunos matices argumentales para simplificar del todo la historia conservando básicamente el tema y su esencia. Además le añadió un prólogo y epílogo situados en la actualidad que sirven como agradable introducción y cierre del film, enfatizado por el hecho de que el protagonista se dirige al público, casi como si estuviera presentando una obra teatral. Curiosamente, del mismo modo que el propio Molière tuvo problemas en su época con la obra por su contenido, Murnau y Mayer volvieron a tenerlos en pleno siglo XX por los mismos motivos: Tartufo es un personaje hipócrita y aprovechado que hace gala de un alto sentimiento religioso y que basa sus consejos en preceptos cristianos, y ese falso cristianismo molestó mucho también en la época de Murnau, y es que algunas cosas nunca cambian.

La película fue una de las primeras en las que se desarrolló el motivo del cine dentro del cine; el tratamiento que realiza Murnau se aleja de cualquier adaptación cinematográfica que se haya visto con anterioridad a 1925, ya que, de manera muy diferente a lo que presentaba el fenómeno del teatro filmado, Murnau plantearía por primera vez una despedida consciente del final de una época. Me refiero aquí a una época fílmicamente “primitiva” que si no había desaparecido todavía, estaba a punto de hacerlo, era la época del cine ambulante, del cine de atracción ferial o de barraca, también del lenguaje “primitivo” del cine. El tratamiento que realiza F. W. Murnau del cine dentro del cine marca una etapa: la del nuevo lenguaje cinematográfico que parecía acabar de comenzar. Murnau ejercita esa marca usando precisamente un nuevo lenguaje y lo haría justamente representando un género que hasta la fecha había sido primitivo: el teatro filmado.

Centrándonos en este estupendo film de Murnau, quien destaca por encima del resto sin duda es el actor Emil Jannings, de hecho, antes de que Murnau entrara en el proyecto, el film ya estaba concebido como una obra para su lucimiento y no es para menos, Tartufo es el tipo de personaje que un actor de su estilo agradece encarnar: un personaje villano y carismático que además podía interpretar libremente cayendo en la exageración puesto que es una comedia. Sus apariciones continuamente pegado a sus libros religiosos resultan inolvidables, así como escenas abiertamente humorísticas como el desayuno con Orgon, en que devora glotonamente un pedazo de carne con una expresión que quiere parecer seria y reflexiva y acaba siendo bastante divertida, o cuando conversa con la esposa de Orgon y no puede evitar fijarse en el escote y las piernas de ésta.

Film íntimo, con pocos personajes y, sin duda, narrativamente menos complejo que sus obras más conocidas, pero con todo constituye una notable muestra de su talento como director y su genio en el uso del primer plano.
Juan Marey
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow