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Voto de Juan Marey:
8
Drama Melodrama sobre el mundo del espectáculo, lleno de tensión sexual y racial. La estrella americana de origen chino Anna May Wong alias "Shosho", era una ayudante de cocina en un club de moda de Londres. Su danza exótica y sensual sobre una mesa llama la atención de Wilmot Valentine, el dueño del club, que se obsesiona con ella, provocando los amargos celos de Mabel, su amante y bailarina estrella del local. (FILMAFFINITY)
18 de agosto de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos ocupamos hoy de un suntuoso melodrama sobre el mundo del espectáculo, lleno de tensión sexual… y racial, una buena mezcla de "cine negro" (antes de tiempo) con números musicales, exotismo y pasiones entre un cuarteto de personajes: el propietario de un club (Jameson Thomas), su bailarina y amante principal (Gilda Gray), una bella china de los bajos fondos (Anna May Wong) y, finalmente, el celoso novio chino de esta chica (King Ho-Chang). Tras la cámara se encuentra el director alemán E.A. Dupont, quien se había hecho un nombre internacionalmente gracias al éxito avasallador de “Varieté” (1925), Dupont sabía perfectamente lo que el público y la crítica esperaban de él, y se lo ofrece sin duda a los espectadores, como en “Variété”, la cámara hace lo que quiere: baila literalmente junto con los actores, entra de forma autónoma tras los personajes en los ambientes en los que éstos se adentran (como la entrada del propietario del club en un local del Londres chino), se aparta de un personaje mediante un traveling circular por toda una habitación para buscar al otro interlocutor, se difumina cuando una de las chicas dormida se va despertando para ver a la otra, que acaba de llegar, o se queda deliberadamente estática ante un personaje cuando realmente quisiéramos ver qué pasa a su alrededor, recurso utilizado especialmente al final para ocultarnos una información sobre el asesinato que se nos dará después.

Una obra visualmente apabullante, con un magnífico reparto (una de las protagonistas es ni más ni menos que Anna May Wong, una de las pocas actrices orientales que alcanzó el estatus de estrella en la era clásica del cine) y plagada de planos excelentemente elaborados: desde el espectáculo de baile de Anna May Wong, al asesinato tras el biombo que solo nos permite ver las sombras. Hay también planos menos espectaculares pero que merecen nuestra atención, como aquel en el que Gilda Gray llega al piso de Anna May y vemos una cortina en primer plano de forma nítida hasta que la cámara la desenfoca para que podamos ver al fondo al personaje.

Destaca también en la película la recreación de diversos ambientes londinenses, desde las calles con rótulos luminosos, hasta diversos locales: el Piccadilly Club, con el espíritu de la Belle Époque, aunque en el año del crack, o el local de los bajos fondos, donde conviven personajes de muy diversa condición y origen. El arranque de la película y su final son en sí un homenaje a la ciudad de Londres, o a cualquier ciudad moderna: el filme se inicia con una serie de anuncios luminosos y los rótulos que van apareciendo en los autobuses que pasan, donde de forma ingeniosa se introducen los créditos de la película, al final, cuando ya sabemos quién disparó el arma homicida y la información aparece en los periódicos, un anónimo ciudadano lee la noticia, pero inmediatamente después gira la página y mira el resultado de sus apuestas. La historia se ha olvidado y la vida, como avisan a continuación unos hombres anuncio, continúa. De nuevo, las luces de la ciudad vuelven a enterrar la historia e invitan al espectador tras el "The End" a volver a su rutina.

Piccadilly no es evidentemente una gran obra maestra, pero posee esa cualidad que hace que muchos sintamos una predilección especial por el cine mudo, y es ese maravilloso sentido de la composición visual, el mimo con el que se tratan los planos, sabiendo que la imagen lo es todo. Estos detalles hacen que incluso buenas películas como ésta, pero no destinadas a sobresalir, tengan su razón de ser.
Juan Marey
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