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Voto de Alfie:
9
7,4
709
Western. Drama
Un veterano de guerra civil llamado Josiah Grey (Joel McCrea) llega a una pequeña ciudad del sur de los Estados Unidos para ejercer su ministerio como pastor religioso. Grey tiene una familia y muchos amigos, pero pronto encuentra la fricción con algunos de sus feligreses. En seguida se crea una disputa entre su ministerio y el del joven doctor del lugar, que busca el tratamiento científico para curar a sus pacientes. La aparición del ... [+]
23 de julio de 2009
24 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras quedar prendado por la novela de Joe David Brown, Tourneur se hizo cargo (a costa de perder dinero y caché) de la filmación de "Stars in my Crown", una película humilde en su nacimiento pero que, como vamos a desgranar ahora, se ha terminado convirtiendo en una de las joyas de la filmografía del director y por ende del cine de su época. Joya prácticamente desconocida (los 80 votos que la juzgan a día de hoy así lo atestiguan), no distribuida en España y que requiere de una fuerte reivindicación para colocarla el lugar que le corresponde.
Tourneur narra la historia de un pueblo sureño de los ya Estados Unidos, Walesburg, a través de la voz en off del pequeño Jhon Kanyon (Dean Stockwell, uno de los mayores talentos juveniles de la época), un niño huérfano que irá recordando los acontecimientos sucedidos desde la llegada del predicador Josiah Grey (McCrea). Éste terminará casándose con la tía del pequeño y adoptando al niño, dando paso a continuación a la presentación de los diferentes personajes que transitan por Walesburg y que servirán a Tourneur para escenificar todas sus intenciones. Intenciones que no son pocas y que, enmascaradas en un desarrollo simple, sencillo y afable, hacen de esta obra del director francés en una de las cumbres de su carrera.
Fue Tourneur un enamorado de su país de adopción. Así filmó varios westerns y los trató desde una óptica diferente, olvidándose de los habituales "revólveres y espuelas". Como ya hiciera en la notable "Canyon Passage", los conflictos más profundos de la época son los que despiertan su interés. Asuntos tan complicados como los problemas raciales y la aparición del Ku-Klux Klan o la eterna confrontación entre fé y ciencia tienen cabida y suponen el eje principal de funcionamiento del film.
Pero todo este fondo de difícil tratamiento tiene en su forma una auténtica maravilla hecha cine. Las claras remisniscencias en las maneras con su coetáneo Ford están presentes. El lirismo y la poesía se apoderan de la cámara para grabar escenas poderosas, silencios conmovedores, discursos soberbios y detalles fascinantes en una filmación llena de calidad. El estiloso B&N, con un perfecto uso de las sombras para dar o quitar tintes dramáticos según convenga y una acertada iluminación de los interiores, termina de adecentar una presentación fantástica. Bueno y la música. Cantos religiosos que acompañan perfectamente cada situación que rodea a los habitantes de Walesburg y que completa un envoltorio inmejorable.
Con un final de los de época, culmen inesperado pero necesario de una historia conservadora (en el buen sentido) pero también crítica, este no es ni más ni menos que el reflejo claro del pensamiento de un cineasta que tenía en la fé cristiana uno de los pilares de su vida pero que nunca renunció al conocimiento y el progreso para la mejora del mundo donde vivimos y que, gracias a cintas como esta, se vuelve un poco más positivo y esperanzador. Gran legado.
Tourneur narra la historia de un pueblo sureño de los ya Estados Unidos, Walesburg, a través de la voz en off del pequeño Jhon Kanyon (Dean Stockwell, uno de los mayores talentos juveniles de la época), un niño huérfano que irá recordando los acontecimientos sucedidos desde la llegada del predicador Josiah Grey (McCrea). Éste terminará casándose con la tía del pequeño y adoptando al niño, dando paso a continuación a la presentación de los diferentes personajes que transitan por Walesburg y que servirán a Tourneur para escenificar todas sus intenciones. Intenciones que no son pocas y que, enmascaradas en un desarrollo simple, sencillo y afable, hacen de esta obra del director francés en una de las cumbres de su carrera.
Fue Tourneur un enamorado de su país de adopción. Así filmó varios westerns y los trató desde una óptica diferente, olvidándose de los habituales "revólveres y espuelas". Como ya hiciera en la notable "Canyon Passage", los conflictos más profundos de la época son los que despiertan su interés. Asuntos tan complicados como los problemas raciales y la aparición del Ku-Klux Klan o la eterna confrontación entre fé y ciencia tienen cabida y suponen el eje principal de funcionamiento del film.
Pero todo este fondo de difícil tratamiento tiene en su forma una auténtica maravilla hecha cine. Las claras remisniscencias en las maneras con su coetáneo Ford están presentes. El lirismo y la poesía se apoderan de la cámara para grabar escenas poderosas, silencios conmovedores, discursos soberbios y detalles fascinantes en una filmación llena de calidad. El estiloso B&N, con un perfecto uso de las sombras para dar o quitar tintes dramáticos según convenga y una acertada iluminación de los interiores, termina de adecentar una presentación fantástica. Bueno y la música. Cantos religiosos que acompañan perfectamente cada situación que rodea a los habitantes de Walesburg y que completa un envoltorio inmejorable.
Con un final de los de época, culmen inesperado pero necesario de una historia conservadora (en el buen sentido) pero también crítica, este no es ni más ni menos que el reflejo claro del pensamiento de un cineasta que tenía en la fé cristiana uno de los pilares de su vida pero que nunca renunció al conocimiento y el progreso para la mejora del mundo donde vivimos y que, gracias a cintas como esta, se vuelve un poco más positivo y esperanzador. Gran legado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Atentos a:
- una simple escena de sobremesa donde el predicador y su mujer se disponen a conversar. Toueneur, maravilloso, coloca un aparato rotatorio para ahuyentar insectos (me costó identificarlo) en el centro de la mesa. La escena adquiere otra dimensión. Claro ejemplo de como dar dinamismo partiendo desde la nada.
- la maestra, amada del joven doctor Kalbert Harris, yace en la cama a punto de morir. Entra el predicador, sale el doctor del cuarto. En ese momento, y con un magistral juego de luces, el rezo de Josiah se transforma en una aire de vida para Faith que revive de una muerte casi segura. Entra el doctor. Tourneur ya ha unido fé y ciencia considerándolas ambas necesarias para el hombre. Otra lección.
- la escena final. Debajo de sus vestimentas racistas del KKK, Tourneur identifica a cada uno de los presentes y que están dispuestos a ahorcar al entrañable "uncle" Famous. Los enfoca, los acusa, los sentencia. Pero no necesita enseñarnos sus caras. Todos saben quienes son. Discurso final sobre unas hojas en blanco (culminación fantástica) del predicador que avergüenzan a todos los criminales. Mientras, las armas miran desde el otro lado de la cerca asombrándose y descubriendo que el poder de la palabra tiene más fuerza que cien mil cañones.
- una simple escena de sobremesa donde el predicador y su mujer se disponen a conversar. Toueneur, maravilloso, coloca un aparato rotatorio para ahuyentar insectos (me costó identificarlo) en el centro de la mesa. La escena adquiere otra dimensión. Claro ejemplo de como dar dinamismo partiendo desde la nada.
- la maestra, amada del joven doctor Kalbert Harris, yace en la cama a punto de morir. Entra el predicador, sale el doctor del cuarto. En ese momento, y con un magistral juego de luces, el rezo de Josiah se transforma en una aire de vida para Faith que revive de una muerte casi segura. Entra el doctor. Tourneur ya ha unido fé y ciencia considerándolas ambas necesarias para el hombre. Otra lección.
- la escena final. Debajo de sus vestimentas racistas del KKK, Tourneur identifica a cada uno de los presentes y que están dispuestos a ahorcar al entrañable "uncle" Famous. Los enfoca, los acusa, los sentencia. Pero no necesita enseñarnos sus caras. Todos saben quienes son. Discurso final sobre unas hojas en blanco (culminación fantástica) del predicador que avergüenzan a todos los criminales. Mientras, las armas miran desde el otro lado de la cerca asombrándose y descubriendo que el poder de la palabra tiene más fuerza que cien mil cañones.