Hoy me siento muy sincera. No puedo seguir engañando al mundo y a mí misma: me enganché a esta telenovela. Desconozco el motivo inicial. Me parece que pudo influir el que yo estuviese pasando por una ruptura amorosa muy mala, aunque no sé si eso es excusa (habrá quien esté pensando "Y una mierda! Eso no te justifica!!"; no le culpo. Dale al NO y aceptaré mi castigo con humildad.

El caso es que mi madre la veía todas las tardes y yo, como quien no quiere la cosa, empecé a verla: primero a trocitos, luego algunos capítulos sueltos, y ya hacia la mitad (porque es larga) empecé a pedirle a mi madre que me grabara el episodio diario en vídeo para poder verlo por las noches (porque tenía que ir a la universidad y no podía verlo cuando lo emitían).

Pero lo grave es que no sólo me enganché, sino que además me gustó y todo. Pese a tener capítulos de relleno que me hacían languidecer, cuando la trama avanzaba yo me emocionaba. Obviamente, los personajes, todos ellos exagerados, esperpénticos y poco verosímiles no ayudan a que uno empatice. Pero los diálogos son frescos, rápidos y muchas veces irónicos... no es una telenovela rosa pastel: es como una parodia de las telenovelas rosa pastel. Debo señalar que el galán no es guapo, pero, no sé cómo, acabó pareciéndomelo. ¿Magia telenovelesca?

Para finalizar, creo que fue entonces cuando descubrí que me encantan el acento y las expresiones colombianas. Parte de la gracia de la serie reside ahí, y de hecho llegué a realizar ante mi familia unas muy aplaudidas imitaciones de la asquerosa "Peliteñida" y del friki Nicolás.

Ya está dicho. No más confesiones vergonzosas por hoy (¿cuántos avemarías me toca rezar?).