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Voto de Talibán:
7
2009
6,2
19.392
22 de diciembre de 2014
20 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo no busco que sean bellas las películas animadas de Disney, sino que sean bonitas. De muchas de sus historias podría haber surgido poesía, pero esa no es la opción escogida. Habría que decirlo de una vez: la obra de Kipling, Barrie, Carroll, Victor Hugo o Andersen no es literatura infantil que puede ser leída por adultos, es justo lo contrario; es literatura para adultos que éstos se empeñan en hacer leer a sus inocentes hijos. Yo no entendía a Peter Pan (¡yo quería crecer!), Alicia me parecía una sabionda inaguantable, y los cuentos de Andersen me aburrían hasta alcanzar las simas del más profundo letargo. De Pinocho mejor ni hablo.
Lo que hace Disney es más o menos traducir a un lenguaje accesible lo que los niños normales, los que no éramos niños prodigio, no captábamos o no nos interesaba captar. Eso implica eliminar la mayor parte del elemento poético de estas historias. Del elemento poético desde el punto de vista adulto, puesto que la poesía puramente infantil, que no tiene nada que ver con “Platero y yo”, es un material por completo diferente. Tiene que ver con la fascinación que producen situaciones y objetos inofensivos para un adulto, pero que la mente de un niño transfigura Dios sabe cómo y por qué y los convierte en –palabra adulta que jamás expresará la magnitud de lo que quiere expresar- maravillosos. No pretendo pasar por experto en el universo infantil, simplemente hablo de memoria.
Por todo ello el placer que me puede producir un largo de Disney es un placer cinematográfico como otro cualquiera, ni demasiado culpable ni especialmente nostálgico. Y que la poesía la busco en “Fetiche” de Starewicz, no en “Tiana y el sapo”. ¿Qué busco en un largometraje de la casa Disney?
Lo que hace Disney es más o menos traducir a un lenguaje accesible lo que los niños normales, los que no éramos niños prodigio, no captábamos o no nos interesaba captar. Eso implica eliminar la mayor parte del elemento poético de estas historias. Del elemento poético desde el punto de vista adulto, puesto que la poesía puramente infantil, que no tiene nada que ver con “Platero y yo”, es un material por completo diferente. Tiene que ver con la fascinación que producen situaciones y objetos inofensivos para un adulto, pero que la mente de un niño transfigura Dios sabe cómo y por qué y los convierte en –palabra adulta que jamás expresará la magnitud de lo que quiere expresar- maravillosos. No pretendo pasar por experto en el universo infantil, simplemente hablo de memoria.
Por todo ello el placer que me puede producir un largo de Disney es un placer cinematográfico como otro cualquiera, ni demasiado culpable ni especialmente nostálgico. Y que la poesía la busco en “Fetiche” de Starewicz, no en “Tiana y el sapo”. ¿Qué busco en un largometraje de la casa Disney?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El musical. Los largos de Disney son el último vestigio del musical clásico en el cine americano. Los números de “Tiana y el sapo” son en general excelentes y está bien integrados. Entre ya clásicos homenajes a Busby Berkeley, pastiches autoparódicos, coreografías alucinadas y otras simplemente juguetonas, mi opinión es que hay aquí una película musical a considerar.
El slapstick. El cine cómico de gag físicos propio del cine mudo sólo ha sobrevivido en el cine de animación, especialmente en los cortos. Los mejores largos de Disney resuelven situaciones drámaticas y de suspense con gags cómicos de diseño frenético y esto parece una solución facilona pero es muy muy difícil hacerlo bien y aún más que funcione dentro del engranaje narrativo de una película.
Los Secundarios. La riqueza y variedad de los personajes secundarios en una película Disney suele determinar el resultado final. ”Tiana y el sapo” posee cuatro caracteres memorables: la niña mimada Charlotte, el cocodrilo Louis, la bruja Mamá Odie y la luciérnaga Ray, que está a punto de robar la película y de la manera más inesperada.
Los malvados. Son la gran gloria del cine Disney. Suele haber dos tipos de canallas: los cómicos y los terroríficos. En “Tiana y el sapo” el malvaldo es de éste último tipo, y aunque normalmente yo prefiero los malos cómicos, el quiromante Doctor Facilier es una auténtica creación y, a la vez, una especie de antología de los villanos terroríficos de la casa.
La invención y recreación de ambientes. “Tiana y el sapo” presenta todo lo que el tópico le pide a una película localizada en Nueva Orleans y lo hace con calidad gráfica, no siempre uniforme pero en general bastante buena. El contraste entre el aparatoso interiorismo de los nuevos ricos y las barracas de los arrabales, el vudú bueno y el vudú malo, el colorido del mardi gras, las criaturas de los pantanos y los cementerios nocturnos son tratados con imaginación desigual pero irreprochable esmero artesanal en todos los casos.
Y en cuanto a la historia central de amor –que en realidad acaba normalmente arrinconada por todo lo anterior si estamos ante un buen Disney- lo único que hay que pedirle es que no sea demasiado cursilona. En “Tiana y el sapo” transcurre por los típicos caminos de la guerra de sexos blandurrona y se puede soportar.
Nada de esto es lo que tiene, por ejemplo, un película que vi en las Navidades de 1991, “La bella y la bestia”, que puede que fuese técnicamente innovadora, pero que como musical era un horror, como film cómico una lápida funeraria, como comedia romántica una cursilada infame y como interpretación poética de un mito, un acto cuasidelictivo. Lo siento, tenía que decirlo, llevaba veintitrés años y un día aguantándome y mintiendo a mis allegados. Gracias a la estupenda “Tiana y el sapo”, que vi el otro día en televisión, he encontrado valor para liberarme de esta condena.
El slapstick. El cine cómico de gag físicos propio del cine mudo sólo ha sobrevivido en el cine de animación, especialmente en los cortos. Los mejores largos de Disney resuelven situaciones drámaticas y de suspense con gags cómicos de diseño frenético y esto parece una solución facilona pero es muy muy difícil hacerlo bien y aún más que funcione dentro del engranaje narrativo de una película.
Los Secundarios. La riqueza y variedad de los personajes secundarios en una película Disney suele determinar el resultado final. ”Tiana y el sapo” posee cuatro caracteres memorables: la niña mimada Charlotte, el cocodrilo Louis, la bruja Mamá Odie y la luciérnaga Ray, que está a punto de robar la película y de la manera más inesperada.
Los malvados. Son la gran gloria del cine Disney. Suele haber dos tipos de canallas: los cómicos y los terroríficos. En “Tiana y el sapo” el malvaldo es de éste último tipo, y aunque normalmente yo prefiero los malos cómicos, el quiromante Doctor Facilier es una auténtica creación y, a la vez, una especie de antología de los villanos terroríficos de la casa.
La invención y recreación de ambientes. “Tiana y el sapo” presenta todo lo que el tópico le pide a una película localizada en Nueva Orleans y lo hace con calidad gráfica, no siempre uniforme pero en general bastante buena. El contraste entre el aparatoso interiorismo de los nuevos ricos y las barracas de los arrabales, el vudú bueno y el vudú malo, el colorido del mardi gras, las criaturas de los pantanos y los cementerios nocturnos son tratados con imaginación desigual pero irreprochable esmero artesanal en todos los casos.
Y en cuanto a la historia central de amor –que en realidad acaba normalmente arrinconada por todo lo anterior si estamos ante un buen Disney- lo único que hay que pedirle es que no sea demasiado cursilona. En “Tiana y el sapo” transcurre por los típicos caminos de la guerra de sexos blandurrona y se puede soportar.
Nada de esto es lo que tiene, por ejemplo, un película que vi en las Navidades de 1991, “La bella y la bestia”, que puede que fuese técnicamente innovadora, pero que como musical era un horror, como film cómico una lápida funeraria, como comedia romántica una cursilada infame y como interpretación poética de un mito, un acto cuasidelictivo. Lo siento, tenía que decirlo, llevaba veintitrés años y un día aguantándome y mintiendo a mis allegados. Gracias a la estupenda “Tiana y el sapo”, que vi el otro día en televisión, he encontrado valor para liberarme de esta condena.