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10
8,1
28.503
Drama. Bélico
En el Japón medieval, el poderoso señor Hidetora decide abdicar y repartir sus dominios entre sus tres hijos. El menor considera que la idea es absurda y sólo servirá para causar problemas. Su padre, enfurecido, lo deshereda. Muy pronto descubrirá su error: la ambición hará que sus hijos mayores se enfrenten por el poder en una cruenta guerra. Se inspira en el drama de Shakespeare "El rey Lear". (FILMAFFINITY)
21 de octubre de 2016
56 de 67 usuarios han encontrado esta crítica útil
Allá por los inicios de los ochenta, los viejos maestros volvieron a los ruedos. La comunidad taurina se dispuso a recibirlos con ese cariño un poco vergonzante, a medio camino entre la reverencia agradecida y la nostalgia paterno-filial. El aplauso estaba garantizado por el simple gesto, ya que los toros habían cambiado, se decía. Las distancias y los tiempos de la lidia eran otros, los marcaban animales más pesados, menos inocentes y una afición más rigurosa y ceñuda. La memoria de los maestros estaba enmarcada en estampas estáticas que decoraban las tabernas, pero el toro del momento era como la indiscreta televisión: se movía y ponía en evidencia al oficiante.
Qué sorpresa. Los viejos maestros desplegaron el paño, volvieron a situar las distancias, y sobre todo, modelaron el tiempo. Era algo nuevo, pasmoso. Los viejos maestros tomaron la materia perecedera de una época para reformular la universalidad. Y allí, delante de todos, aparecieron las estampas que todos habíamos visto enmarcadas en maravillosas tabernas de pueblo, y adquirieron una nueva dimensión, un valor absoluto.
La cinefilia joven sabe mucho de técnica, porque se estudia en institutos, en escuelas, en Internet. Me recuerda a la afición taurina de los ochenta, antes de la vuelta de los dinosaurios, valoran a los clásicos en función del mérito que supuso hacer lo que hicieron con los condicionantes de la época que vivieron. Pero yo siempre me acuerdo de "Ran", la película que demostró, a quien quiso enterarse, que los dinosaurios no eran hermosos armazones reconstruidos en un museo para solaz de la familia en una tarde de sábado.
¿La distancia focal había cambiado? ¿La nitidez de la imagen delataba los detalles? ¿La iluminación había que justificarla? ¿Las interpretaciones debían ser naturalistas? ¿La técnica hacía que hasta un becario pudiera mover la cámara como Orson Welles?
Qué sorpresa. Los viejos maestros desplegaron el paño, volvieron a situar las distancias, y sobre todo, modelaron el tiempo. Era algo nuevo, pasmoso. Los viejos maestros tomaron la materia perecedera de una época para reformular la universalidad. Y allí, delante de todos, aparecieron las estampas que todos habíamos visto enmarcadas en maravillosas tabernas de pueblo, y adquirieron una nueva dimensión, un valor absoluto.
La cinefilia joven sabe mucho de técnica, porque se estudia en institutos, en escuelas, en Internet. Me recuerda a la afición taurina de los ochenta, antes de la vuelta de los dinosaurios, valoran a los clásicos en función del mérito que supuso hacer lo que hicieron con los condicionantes de la época que vivieron. Pero yo siempre me acuerdo de "Ran", la película que demostró, a quien quiso enterarse, que los dinosaurios no eran hermosos armazones reconstruidos en un museo para solaz de la familia en una tarde de sábado.
¿La distancia focal había cambiado? ¿La nitidez de la imagen delataba los detalles? ¿La iluminación había que justificarla? ¿Las interpretaciones debían ser naturalistas? ¿La técnica hacía que hasta un becario pudiera mover la cámara como Orson Welles?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Lo primero que hace Kurosawa es eliminar la profundidad de la imagen. Vuelve a situar la distancia de foco, descarta los volúmenes en la composición y se libera de las servidumbres de la perspectiva funcional, para volver a darle el sentido pictórico que había perdido. También se deshace del yugo de la iluminación en la fotografía y se centra en el color. Con sus planos sin apenas relieve y de intensa significación cromática, compone en horizontal ("Ran" hay que verla en su correcta relación de aspecto) y sólo mueve la cámara en horizontal. El sonido no acompaña, sino que forma parte del drama. Hace todo lo contrario que los cineastas de su época, preocupados por las fuentes de luz, el hilo musical y el movimiento de la cámara.
Y se los come con la facilidad con que un tiranosaurio se merienda un madroño . "Ran" es una película tan abrumadoramente superior a todo lo que se filmaba entonces que la reacción más usual respondió a un lógico mecanismo de defensa: el maestro vuelve a los samuráis, habrá que darle otro oscar. Usando los mismos materiales, las mismas necesidades y los mismos medios con los que que sus contemporáneos construían edificios con forma de caja, el maestro había levantado una catedral.
Ya han pasado muchos años. Nuestra distancia focal debería estar ajustada, porque el tiempo justamente borra lo temporal y resalta lo imperecedero. No hay nada de aventura crepuscular en "Ran", ni activación de nostalgia cinéfila, como puede existir en las últimas películas de Minnelli o Wilder. Hay algo radicalmente nuevo, escandalosamente nuevo, como lo hay en Dalí, en Van Gogh, en Goya, en El Greco, en Giotto. En Stravinsky, en Richard Strauss, en Vivaldi. En Pirandello y en "El Rey Lear".
Y se los come con la facilidad con que un tiranosaurio se merienda un madroño . "Ran" es una película tan abrumadoramente superior a todo lo que se filmaba entonces que la reacción más usual respondió a un lógico mecanismo de defensa: el maestro vuelve a los samuráis, habrá que darle otro oscar. Usando los mismos materiales, las mismas necesidades y los mismos medios con los que que sus contemporáneos construían edificios con forma de caja, el maestro había levantado una catedral.
Ya han pasado muchos años. Nuestra distancia focal debería estar ajustada, porque el tiempo justamente borra lo temporal y resalta lo imperecedero. No hay nada de aventura crepuscular en "Ran", ni activación de nostalgia cinéfila, como puede existir en las últimas películas de Minnelli o Wilder. Hay algo radicalmente nuevo, escandalosamente nuevo, como lo hay en Dalí, en Van Gogh, en Goya, en El Greco, en Giotto. En Stravinsky, en Richard Strauss, en Vivaldi. En Pirandello y en "El Rey Lear".