No sé qué impresiones pueda producir en aquel que la vea por primera vez en edad adulta porque mi hermano mayor la ponía cada dos por tres cuando yo era un renacuajo y le guardo un cariño enorme.
El cuento también lo leí en el colegio y lo recuerdo muy vagamente pero seguro que la ironía, la profundidad y la crítica político-social se pierden ligeramente en esta adaptación, como bien puede ser lógico, pero a cambio ganamos una estética visual como mínimo notable (por ejemplo, lo de las palomas dibujadas – digamos… a lo cutre – sosteniendo a un niño real no lo cambiaría ni por los elfos y dragones más “realistas” que ofrecen las más avanzadas tecnologías de la era digital).
La música es preciosa… yo es escuchar el tema principal o el de “Oh little prince! Don’t take your smile away from me” y rara es la vez en que no se me escapa algún sollozo. Brillante también el del zorro, fabulosamente interpretado por Gene Wilder. Y qué decir de la aparición de la serpiente (encarnada por Bob Fosse, reputadísimo y archipremiado coreógrafo noruego-americano), que es un individuo vestido de mafioso siciliano, envidia de cualquier imitador de Michael Jackson, que vive enroscado en la rama de un árbol y por las tardes se dedica a hacer “moonwalks” sobre la arena, en medio de un desierto. Es uno de los momentos más surrealistas de la película, que no son pocos.
La vuelvo a ver al cabo de los años y no encuentro ningún motivo que pueda justificar el modo en que se ha visto ignorada… me temo que mucho habrá tenido que ver el voraz maltrato al que se vio sometida por Hollywood en su momento y su consecuente fracaso comercial.
Si por lo que sea os la encontráis, que desgraciadamente lo dudo mucho, no dejéis pasar la oportunidad de verla. Y si puede ser con vuestros hijos, nietos, sobrinos o hermanos pequeños, mejor. Que reflexionen un rato y vean algo diferente a la basura a la que están acostumbrados. Son niños, no autómatas: si se les da la oportunidad, seguro que sabrán apreciarlo.