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Voto de José Barriga:
10
Drama Libremente inspirada en un episodio que marca el fin de la carrera del filósofo Friedrich Nietzsche. El 3 de enero de 1889, en la plaza Alberto de Turín, Nietzsche se lanzó llorando al cuello de un caballo agotado y maltratado por su cochero y, después, se desmayó. Desde entonces, dejó de escribir y se hundió en la locura y el mutismo. En una atmósfera preapocalíptica, se nos muestra la vida del cochero, su hija y el viejo caballo. (FILMAFFINITY) [+]
12 de noviembre de 2011
110 de 137 usuarios han encontrado esta crítica útil
El caballo, símbolo de lo feroz y salvaje, del impulso vital de la vida, se encuentra enfermo, viejo y cansado, con ánimos de entregarse a la muerte, al igual que su dueño, el cochero, un hombre desgastado y sin fuerzas que únicamente soporta el peso del tiempo que cada vez se hace más insoportable. La hija, alegoría de la juventud sometida y domesticada por la severidad estoica, hacia la simbología de la firmeza o resistencia como punto final a lo ilógico de una humanidad en donde el acopio de bienes refleja el valor humano. La caligrafía visual y el lenguaje cinematográfico de Tarr me cautivan como lo hiciera con sus filmes anteriores. La casi ausencia de diálogos —y cuando suceden hipnotizan escalofriantemente—, la ingeniería del sonido recreado posteriormente a la filmación, la única pieza musical que define perfectamente al filme, la gloriosa fotografía —la mejor del año— de contrastes y sombras, de reflejos y oscuridades, y de polvos y tinieblas, y sobre todo, la sabia dirección de un realizador que consigue un dominio total de su película, hacen que esta rara y radical obra de arte, jamás abandone mi memoria. Creo que jamás poder olvidar el ultimo fotograma, esa última imagen que define el días seis, ese día que antecede al día siete de descanso, de inactividad, de muerte. Tarr nos dice en su película lo que nos decía Nietzsche en sus libros, que tanto el dolor como el caos son los protagonistas de la historia y que la vida debía destilar dionisismo y no nihilismo. Quizás el reconocer que la llama —representada por el caballo victorioso— que podría avivar el fuego de ese übermensch que Nietzsche propugnaba par un futuro, se estaba extinguiendo, fue lo que produjo aquel misterioso hecho en Turín y la posterior locura del filosofo. Pero esto es meramente una especulación, y de especulaciones e interpretaciones —y no de verdades— está conformada la historia, y esta interpretación de Bela Tarr sobre la humanidad me resulta increíblemente magnifica y altamente artística. Obra maestra que da fin a la carrera cinematográfica de un artista irrepetible.
José Barriga
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