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Mauricio (Isla) Mauricio (Isla) · Vheissu
Voto de Jean Ra:
9
Thriller. Drama Joe (Joaquin Phoenix), ex marine y antiguo veterano de guerra, es un tipo solitario que dedica su tiempo a intentar salvar a mujeres que son explotadas sexualmente. No se permite ni amigos ni amantes y se gana la vida rescatando jóvenes de las garras de los tratantes de blancas. Un día recibe la llamada de un político porque su hija ha sido secuestrada. (FILMAFFINITY)
2 de diciembre de 2017
17 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
A simple vista no lo aparenta, sin embargo el vínculo entre los tres largometrajes de Ramsay es en realidad muy estrecho. Si nos fijamos, en mayor o menor medida, la directora representa infancias difíciles, incluso tortuosas, que son el abono incuestionable de una vida violenta. En las dos primeras el reloj se detenía en la juventud y "En realidad nunca..." avanza hasta la vida adulta para que conozcamos a un personaje cuya mente al borde del colapso es el resultado de la fricción con los grandes problemas de su época. El itinerario seguido hasta ese punto es primero una infancia (indirectamente) protagonizada por un padre violento que fabrica un individuo cuya personalidad ve en los conflictos armados el lugar dónde camuflar los conflictos internos. Quizá después de Afganistán, o quizá antes, un flash-back nos da a entender que también trabajó como guardia en una frontera, etapa en la que descubre un camión repleto de cadáveres (posiblemente de inmigrantes o trabajadoras ilegales) que se suma a su larga lista de traumas. El nombre del protagonista es muy corriente sin duda de forma intencionada. La narración se centra en cierta red oscura y abyecta de prostitución manejada y utilizada por políticos de alto nivel, idealmente corruptos. Si hacemos la suma obtenemos una radiografía hábilmente disfrazada de thriller acerca de la sociedad: violencia de género, políticas internacionales invasivas, políticos viciosos, fronteras violentas... son el efecto causado por una sociedad atomizada que fabrica individuos que protagonizan titulares brutales. Las escenas de exterior captan con mucha naturalidad un ambiente callejero perfectamente cotidiano, despreocupado, inofensivo, que sin embargo está atravesado por corrientes verdaderamente oscuras que o se ignoran o se tratan de ignorar. Y que sin embargo están ahí. Casas que albergan prostíbulos de menores, asesinatos disfrazados de suicidios, luchas que conviven en armonía con canciones de pop melódico. Es una nación dónde el enemigo es interno antes que externo.

De no ser por la desconfianza que me genera el término, explotado hasta el cansancio, diría que en un nivel profundo la película es una crítica al patriarcado. En todo caso, Joe es un hombre que lamenta profundamente esa pérdida de la inocencia, por eso, en la escena más extraña que haya visto en mucho tiempo, en el clímax que sucede en un lujoso dormitorio, presenciamos unas lágrimas amargas de un ser colapsado ante tanta brutalidad acumulada, por tanta maldad presenciada. No se trata que nos hermanemos con un sicario que parece sacado de una novela de William Vollmann, si no que comprendamos que su mente es como la nuestra. Las cuentas atrás mentales que hacen tanto Joe como la muchacha, nos equiparan a ambos personajes. Joe se identifica con ella, se implica a fondo en la situación de ella porque desea preservar su inocencia, quizá para palpar algún tipo de esperanza. ¿Es eso posible? La escena final, tras mucha crudeza, así parece apuntarlo.

Entiendo que el subtexto está hábilmente disimulado y que la narración es poderosa, pero lo que de verdad me parece que la hacen saltar a un nivel superior son los medios cinematográficos con los que se plasma y se expresa el argumento. Cuando salgo de una película con la percepción sensorial afectada, mirando minutos después el mundo como en el cine, sé que estamos frente a un artista que no se ha acogido a tópicos y fórmulas y que ha acertado a equiparar el funcionamiento de la narración visual con el de mente del espectador. Por unos minutos hemos estado en la mente de Joe y tiempo después permanece en la nuestra. Las escenas que vemos en segundo término, las elipsis bruscas, los detalles en apariencia triviales y que sin embargo colman la atención, la música sincopada que se adapta a estados mentales alterados, los cortes bruscos del plano, los encuadres imperfectos que representan visiones parciales... la galería de recursos me parece rica y hábilmente meditada y puesta en escena. Además, para otorgarle la consideración de obra culminante, exijo que la película regale algún tipo de imagen que perdure en la mente. Días después de verla, la escena del doloroso entierro acuático me sigue removiendo el interior.

En suma, estamos ante un largometraje que habla con autenticidad de nuestra época, con rigor dramático, sin miedo a correr riesgos y con unas formas hábiles y nada socorridas. Sólo una mente muy embotada e imberbe puede ver en ello una muestra de autocomplacencia. No es desde luego accesible, pero modestamente opino que cualquier cinéfilo hallará en "En realidad, nunca estuviste aquí " un ejercicio de excelencia.
Jean Ra
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