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Voto de harryhausenn:
8
Documental Nada excepto silencio. Nada excepto una canción revolucionaria. Una historia en cinco capítulos, como los cinco dedos de una mano. (FILMAFFINITY)
19 de marzo de 2019
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No puede uno enfrentarse a la última película de Godard y escribir una crítica en base de lo entretenida o aburrida que resulta, sería reductivo y una pérdida de tiempo. Tampoco puede uno analizarla al detalle sin una sólida y extensa base académica de teoría del cine, sería un fraude. Es por ello que resulta complicado abordar Le livre d'image como simple cinéfilo. Por un lado, hay que reprimir el componente emocional que toda película suscita, incluso una tan complicada como esta, y a su vez intentar comprender la obra pese a no ser uno mismo una enciclopedia de técnica cinematográfica viviente.

En efecto, Le livre d'image no es una película cualquiera. Es un ensayo acerca de la actualidad, del cine, del cine en la actualidad y de la actualidad en el cine, por redundante que parezca. Cinco episodios en los que se abordan teman distintos utilizando únicamente un instrumento: el montaje.

Desde su primer largometraje, Al final de la escapada, Godard dejó claro que venía a revolucionar el cine. Dentro de la Nouvelle vague ha sido él quien más se ha rebelado contra la edición convencional en las películas. Cortes inesperados, planos intercalados repetidos, sonidos que no corresponden a las imágenes... De alguna manera podría decirse que fue capaz de renovar la manera de contar historias deconstruyendo imagen y audio. Los separaba y los volvía a juntar sin necesidad de que cuadrasen. Ejercicio que repetiría a lo largo de su más que extensa filmografía. Se convertía así, probablemente, en el editor más revolucionario desde que Meliès crease los cortes en las secuencias para hacer desaparecer a los selenitas de El viaje a la luna por arte de magia. O por arte de cine.

Le livre d'image sigue en la línea de este montaje tan peculiar de su director pero añadiendo la particularidad de que no hay una sola imagen que no sea de archivo. Godard utiliza fragmentos de otras películas, de vídeos caseros de Youtube y de televisión para invitarnos a reflexionar acerca de cuestiones como la representación del mundo árabe en el cine actual. Un tema bastante interesante si tenemos en cuenta, como la película denuncia, que nos quedamos con la historia narrada por occidente y nunca escuchamos a los narradores orientales. También hay momentos para la poesía, recopilando escenas de trenes para recrearse en la belleza del propio medio de transporte y creando un poema visual. Cabe mencionar también el episodio dedicado a los remakes, en el que reagrupa diversas escenas para crear un hilo conductor mínimo, como ya hiciera en Histoire(s) du cinéma, o las rimas, en las que compara escenas similares de autores distintos que guardan gran parecido en cuanto a ritmo.

Otra de las características remarcables de la película es que funciona como compendio de artes. Hay cine, hay música, hay literatura, hay pintura, hay fotografía, hay cómics, hay videojuegos... Pero Godard, por supuesto, va más allá. En uno de los intertítulos, se nos anuncia el terrorismo como arte. Absortos ante tal disparate, nos sorprendemos para minutos después ser testigos de la bomba que aparece en la pantalla. Una bomba captada por un móvil que aparece en las noticias de un medio que Godard incluye en la película.

Este segmento es crucial para comprender cómo el momento, la intención y el medio pueden transformar una imagen, incluso ese acto repugnante de destrucción. La imagen en su origen, en el móvil del testigo que graba, es inesperada. Es un encuentro fortuito en el momento adecuado en el que su cámara enregistra un hecho sin que el testigo sea consciente ni tenga intención alguna respecto al objeto. La persona tras la cámara en ningún momento se ha dicho "Voy a grabar la bomba que va a estallar en unos segundos" porque ni siquiera sabía que tal suceso iba a ocurrir. Se trata, por tanto, de un testigo inconsciente. Es después cuando esa imagen es difundida y un medio de comunicación decide publicarla, suponemos, con la intención de informar en el mejor de los casos, de generar audiencia o propaganda en el peor, siendo ya un gestor de imagen consciente. Finalmente, es en el tercer procesamiento donde Godard toma esa imagen de la bomba difundida por un noticiero para incorporarla a su ensayo fílmico formando parte de un montaje caótico que sirve como expresión y reflexión del director. Esa imagen pasa de la casualidad, a la información y luego al cine. He aquí el terrorismo como arte al que Godard hacía referencia.

Estas suposiciones que soy capaz de dilucidar, percibir o puede que imaginar, incluso inventar como espectador hacen referencia a una parte mínima de la película. Queda ante mí un amasijo de segmentos cuyo mensaje, confieso, no fui capaz de captar. Pero esto en vez de desanimarme o disgustarme respecto a la película, no me supone en absoluto ningún problema. Es más, me estimula, pues es aquella obra que no se entiende o que no es entendida la que nos hace reflexionar sobre el propio arte y que nos enseña el camino que debemos seguir para llegar a descifrarla algún día. Al igual que Pollock utilizaba su pincel para manchar lienzos o Ginsberg su pluma para encadenar palabras sin conexión alguna, Godard utiliza el montaje para mezclar imágenes con sonidos y con subtítulos que no tienen relación. Si un significado oculto en el arte es abstracción, la ausencia de significado en el arte es expresión. Le livre d'image destruye los límites del cine dejando vía libre a los directores del futuro. Eso sí, se trata de una obra que ha de ser estudiada y analizada en universidades por expertos pero también experimentada y sentida en salas por curiosos.


hommecinema.blogspot.com
harryhausenn
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