Puede que sea la película con el título más inapropiado de la historia, pero les voy a contar mi experiencia viendo esta "They live!" de John Carpenter.

En esto que estoy una mañana sentado junto a mi ordenador, cuando surge por la puerta del cuarto un ser pelirrojo peinado a lo afro, una inquietante mezcla de Warrick Brown (CSI Las Vegas) y Horatio Cane (CSI Miami): Mi hermano.

"Tengo una película rara", dice con voz somnolienta, "Podría ser de tu interés". Ante tan graciosa invitación, y no puedo rechazar su oferta.

Encendemos la TV y el DVD empieza a leer con avidez "Están vivos". Surge una duda en mi cabeza que debe encontrar rápida respuesta: "¿Esto quéh eh loh queh eh?". Tras preguntar por el género de la película a mi hermano, éste, que está medio tumbado en el sofá, invadiendo mi territorio con sus pies, dice con desgana: "Es de terror". "Hummm... Inquietante", pienso, ligeramente intrigado.

Con la mínima curiosidad que me suscita la película en su inicio, veo a un tipo fornido con el pelo largo roer un mondadientes mientras pasea por la ciudad. Lleva una mochila a cuestas y parece que busca trabajo. Al parecer, Norteamérica se halla sumida en la crisis económica (Mira tú qué gracia). El tipo me resulta familiar... ¿Dónde le he visto antes?

El primer tercio de la película, (no dura más de hora y media), es una introducción al verdadero argumento: estamos rodeados de alienígenas con un look "terminator" más feos que Panete que sólo son visibles para los que portan unas gafas de sol de fabricante desconocido.

El tema que subyace es que los extraterrestres han ideado toda la mecánica capitalista para controlar al ser humano y mantenerlo en un estado de sumisión. Y son precisamente las gafas las que permiten ver la terrible realidad a nuestros protagonistas, que se rebelan armas en mano contra los "terminators" con peluquines.

Una escena despierta una duda en mí: El protagonista y su colega negro (Keith David) tienen una brutal y larguísima pelea en la que ambos de parten la cara, la espalda y me arriesgaría a decir el cóxis, y todo porque el negro no quería ponerse las gafas de sol. La escena es absurda, pero el protagonista le hace hasta tres llaves a su amiguete. Total, que tras muchas yoyas, los dos, tan amigos, a salvar el mundo. Y yo empiezo a hilar fino...

Para cuando la película está en su desenlace, me levanto del sofá de un brinco y exclamo: "¡YO SÉ QUIÉN ES ESTE TIPO!". Mi hermano despierta súbitamente de su siesta y me dice, sobresaltado: "¿Pero qué dices?". Y yo exclamo con gesto triunfal: "¡¡¡ES RODDY PIPER!!!".

Mi hermano volvió a dormirse y la película acabó de forma más o menos predecible, dejándome la sensación de que la historia podría haber dado mucho más de sí, aunque el hecho de que Roddy Piper apareciera como su protagonista, claramente le restaba pretensiones.