Si algo me atrevo a decir sin ningún tipo de rubor, es que Roland Emmerich es uno de los directores más honestos de cara al espectador. Sólo tengo una palabra para definir a aquel que decide ver una película suya después de conocer su currículo para luego echar pestes gratuitas, y me parece que está clara. Si algo deja más que claro el Alemán en los dos minutos de sus trailers es precisamente: “esto es lo que vas a ver”. De modo que el que sienta engañado es simplemente porque… bueno, dejémoslo ahí. A partir de ahí, es lógico interpretar que dentro de su cine tiene películas más acertadas que otras, lógico, como todos. “Asalto al poder” recupera la mejor versión del director, que en mi opinión es el de “Independence Day” y “El día de mañana”, sus últimas cintas, tanto “10.000” como especialmente “2012” (dejando al margen “Anonymous”) eran tan espectaculares como vacías, con personajes pueriles con los que era difícil tener un vínculo amable. No es que el alemán destaque por lo elaborado de sus guiones, pero sí construye la aparatosidad de sus películas sobre personajes agradables que garantizan el entretenimiento, por eso Will Smith, Dennis Quaid o Mel Gibson supieron captar la idea para darla envergadura, algo que no sucedía ni por asomo con el ridículo soseras de Cusak en “2012”. En “Asalto al poder” ocurre algo curioso, y es que otra soseras temible como Tatum parece que va a colapsar la cámara, por fortuna, a medida que transcurre la película es Fox, quién se encargará de ejercer el papel afable y carismático, quedando Tatum para lucir palmito y pegar los tiros, incluso su hija tapará su pose de cera para trasmitir algo más que músculo, sudor y la camiseta que John McClane se dejó olvidada por ahí. La historia es de lo más sencilla, no se anda con rodeos y pronto los acontecimientos muestran la finalidad de lo que son las poco más de dos horas que dura.
Personalmente no se me hizo en absoluto larga, y tan sólo requiere un poco de generosidad por parte del espectador para poder pasarlo bien y disfrutar desenfadadamente. Emmerich, recupera forma y brinda un digno espectáculo que el espectador agradece, gracias directores como Emmerich otros pueden hacer sus películas, cosa que nunca se le agradecerá.
Lo mejor: El tono palomitero desde que empieza hasta que termina.
Le peor: El sentido humor simplón y la escena final, aunque no es novedoso decirlo, es simplemente ridícula.