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Voto de Luis Guillermo Cardona:
6
Comedia Quaker, el rey de las ostras, es tan rico que lo único que le sorprendería sería ver a su hija casarse con un príncipe. Hace una oferta al príncipe arruinado Nucki, quien manda a un amigo suyo para que le explique como es Ossi, la hija de Quaker. Sátira social en la que es para muchos -incluido el propio Lubitsch- la primera película en la que desarrolla su estilo personal; el que acabará conociéndose como el "toque Lubitsch". (FILMAFFINITY) [+]
3 de agosto de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mr. Quaker, el llamado rey de las ostras americanas, vive a la manera de aquellos antiguos monarcas que les gustaba sentirse servidos hasta en el menor de los detalles, y para esto cuenta con varios esclavos afrodescendientes quienes se ven obligados a peinarlo, a darle el café en la boca… y hasta a limpiarle los “labiecitos” cuando se chorree.

Mr. Quaker tiene una hija llamada Ossi, quien, harta de la rutina y de la soledad, está a punto de enloquecerse y ahora le ha dado por romper cuanto objeto material le rememora su vacío interior. Entonces, para calmarla -porque su mayor anhelo es casarse- el padre le promete que le comprará a un príncipe. El candidato resulta ser el arruinado Príncipe Nucki, pero éste preferirá enviar a su amigo Josef para que le eche un vistazo a la muchacha haciéndose pasar por él.

Bien trajeado y con tarjeta de presentación en la mano, Josef llegará a la casona del rey de las ostras… y así comienza esta farsa en cuatro actos que, como otros de los filmes que el director Ernst Lubitsch realizara al inicio de su carrera en su natal Alemania, resulta más estimable por su valioso ejercicio experimental, que por la historia que cuenta que es escasa y bastante ligera.

Lubitsch pareciera presentir que se acercaba su gran oportunidad en tierra hollywoodense y entonces orienta sus esfuerzos en rodar toda clase de ocurrencias que se le venían a la cabeza, y en “LA PRINCESA DE LAS OSTRAS”, optará por un ejercicio de acciones coreográficas a las que prueba sacarles música o probablemente las hizo con música de fondo para que lucieran coreográficas. La escena del masaje a Ossi y la cena del matrimonio, son un buen ejercicio en este sentido, y aunque se hacen un tanto largas como otras tantas escenas, se valida su plan experimental y es indudable que, cosas de este estilo, se vieron luego, en tiempos de los musicales, sin que nadie dijera que Lubitsch había aportado a todo esto su pequeño granito de arena. Resultan también muy atractivos los sets construidos por Kurt Richter en su propio Estudio, y particularmente, la escena en la que se elige al príncipe entre una inmensa colección de retratos, consigue un toque surreal bastante llamativo.

La historia se convierte en un triángulo amoroso donde, en principio, la traviesa Ossi se sentirá llamada a reflexionar sobre la pinta de hombre que le ha tocado como marido, pero, como otras mujeres seguramente lo habrán dicho (o pensado al menos), ella dirá aludiendo a su marido: “Oh! Él tiene una mirada estúpida, ¡pero después de todo es un príncipe!"

Al poco tiempo, Lubitsch demostraría que tenía talento para rato y que sus largas experimentaciones no habían sido en vano.
Luis Guillermo Cardona
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