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Voto de Luis Guillermo Cardona:
10
Drama George Milton (Burgess Meredith), un hombre inteligente y generoso, y Lennie Small (Lon Chaney Jr.), un grandullón de enorme fuerza, pero limitadas habilidades mentales, huyen en un tren tras ser perseguidos por unos hombres armados. Aunque son tiempos de La Gran Depresión, ambos sueñan aún con tener su propia granja con huerto y animales… y ahora van en pos de un nuevo empleo en el Rancho N°3, donde esperan ahorrar para realizar su gran anhelo. (FILMAFFINITY) [+]
16 de abril de 2016
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todos en este mundo, hombres y animales, soñamos con una vida en paz y en eso, se supone, deberíamos, todos, poner el mayor empeño. Hay muy variadas maneras de visionar este anhelo, pero, en definitiva, la mayoría concluimos en la necesidad de un espacio propio, con suficientes alimentos, acondicionado para jugar y descansar, con seres queridos para prodigarles afecto… y con la suficiente seguridad para poder vivir tranquilos.

No es demasiado grande este anhelo, pero es suficiente para sentir que la vida es amable y generosa. Sin embargo, entre los millones y millones de seres humanos que hay en el mundo ¿Cuántos han realizado este sueño? ¿Cuánto hacemos cada día para lograrlo? ¿Cuál es nuestra contribución para que otros puedan alcanzarlo? y ¿Cuántos son los que, cada día, se convierten en escollo para las aspiraciones propias y de los demás?

La vida es aún más difícil para los que nacen o se crían débiles de carácter, porque los abusivos, los prepotentes e inescrupulosos (más débiles, por su parte, en cuestiones de moral) sabrán reconocerlos… y amargando a aquellos se amargarán ellos, porque la felicidad se torna esquiva para la víctima, pero también y en mayor grado, para el victimario. Es ley existencial.

“De ratones y hombres” (1937), novela de John Steinbeck, es uno de los más sensibles y sublimes retratos de los anhelos humanos que haya podido ofrecernos la literatura universal. Sus personajes principales son los excluidos, los arrinconados, los estigmatizados… y a ellos mira con bondad en sus inevitables falencias y en sus lesivos errores, dejando ver su fervoroso empeño en merecer un poco de lo que, por tanto tiempo, la sociedad en pleno les ha denegado. Pero también recrea, con inevitable reproche, a los “poderosos”, a los patrones que se sobrepasan, que maltratan y abusan.

En este sentido, la novela del galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1962, es un ejercicio de lucha de clases, como lo sería también su siguiente obra maestra “Las viñas de la ira”. Es el pueblo, representado por hombres esperanzados y honestos, a quienes acompaña la mujer sumisa, pero con ímpetu de rebeldía; el anciano que siente que ha perdido su capacidad competitiva, pero a quien no le falta voluntad; el afrodescendiente que, ante la exclusión, acude como alternativa a su derecho a formarse, y el hombre de limitaciones mentales que da lo mejor que puede hasta que sus instintos lo traicionen.

Pero en todo esto -y la película brillantemente dirigida por Lewis Milestone lo reafirma a plenitud-, se preserva latente aquel anhelado y merecido sueño de la humanidad entera, al que, por mucho que algunos hombres se esfuercen aún por hundir entre los pantanos, un día saldrá a flote y será cuando por fin haya luz, verde y viento, agua y sosiego para todos los desheredados.
Curiosamente, no fue la novela de Steinbeck, sino la adaptación teatral que sobre la misma hicieran Sam H. Harris y George S. Kaufman (quien también la dirigió), la que, tras verla representada en una sala de New York, animó a Milestone a llevarla al cine. En las tablas estaban, Lon Chaney Jr., en su gran papel de Lennie Small, Betty Field (Mae) y Charles Bickford (Slim). Solo Wallace Ford, quien en las tablas hiciera de George Milton, fue reemplazado por Burgess Meredith, actor de grandes recursos al que, Milestone, había visto en varios montajes.

Actoralmente, lo alcanzado es inmejorable, resultando también muy especial, el veterano Roman Bohnen como el anciano Candy. La fotografía en los tonos precisos para mostrar una vida gris; y la banda sonora del memorable Aaron Copland, con potentes melodías capaces de hacer aflorar nuestras contenidas emociones.

“LA FUERZA BRUTA” –título con el que se exhibiera en España y Latinoamérica- es un filme de mi más alto aprecio.
Luis Guillermo Cardona
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