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Voto de Luis Guillermo Cardona:
9
Drama Cuando la científica polaca Maria Sklodowska (1867-1934) se casó con Pierre Curie, ambos trabajaron juntos en experimentos que les permitieron aislar dos nuevos elementos químicos: el polonio y el radio. Los dos fueron galardonados con el Premio Nobel de Física en 1903. Después de la muerte de Pierre, Marie Curie prosiguió sola sus investigaciones y, además, fue la primera mujer que ocupó una cátedra en la Universidad de París. En 1911 ... [+]
7 de abril de 2009
16 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nació en un siglo, el XIX, en el que la mujer seguía siendo considerada inferior y "apenas apta para la cocina y la crianza de los niños". En su país de origen, Polonia, las mujeres no tenían acceso a la universidad, pero, Manya Sklodowska, ansiaba realizar sus estudios de física y matemáticas, pues, era eso lo que la apasionaba fervientemente. Reservada, persistente y tenaz, como pocas mujeres de su tiempo, Manya consiguió el apoyo de su hermana Bronia -a quien ella había ayudado tiempo atrás-, y pudo viajar a París, la ciudad más culta y liberal de aquella época. Allí se matriculó en la Sorbona, y aunque pasó hambres y desmayos, consiguió sobresalir como una de las mejores estudiantes de su clase.

Manya, no piensa en otra cosa que estudiar y descarta enamorarse o contraer matrimonio porque presiente que, con la obtusa mentalidad de aquellos años, eso significaría abandonar sus estudios para dedicarse por completo a un hogar… ¡y esto no era para ella!

Sin embargo, el destino a veces nos guarda poderosas consideraciones, y Manya, apoyada por el generoso profesor Perot, conoce al científico Pierre Curie, y éste le hace un lugar en su laboratorio... aunque, en su mentalidad, demasiado terrenal, veía con igual desdén el acceso de la mujer a los linderos de la ciencia. Pero, pronto, aquella lúcida, atractiva y emprendedora mademoiselle, daría cuenta de su inmensa valía y el científico terminará desechando sus más decadentes prejuicios sociales.

Manya comenzará a llamarse entonces, Marie Curie, y con este nombre pondría muy en alto a las mujeres del planeta, al codearse de tú a tú con los científicos más avanzados de los albores del siglo XX y, entre sus muchos honores, ganaría el Premio Nobel de Física en 1903 -compartido con su esposo y con el físico Henri Becquerel- y, en 1911, el Nobel de Química, cinco años después de que faltara su abnegado compañero.

Mervyn LeRoy, el director que nos diera, "They Won't Forget", “Blossoms in the Dust”, “Random Harvest” y otras joyas, reúne de nuevo a la excelente, Greer Garson, con el siempre caballeroso y pulcro Walter Pidgeon, para darnos una historia -basada en la biografía de su madre que, Ève Curie, publicara en 1938- en la que describe, con encanto y admiración, el difícil sendero que tuvo que recorrer aquella maravillosa pareja para conseguir el triunfo de aportar a la tabla periódica, y a la ciencia, dos nuevos elementos de enorme significado: el polonio y el radio.

Llena de graciosas y encantadoras anécdotas, y ejemplar en la descripción de una lucha férrea y sin tregua para alcanzar los objetivos trazados, esta admirable aventura de Madame Curie, se convierte en una película necesaria para la historia del cine y para la historia de la humanidad.

La recomendamos, de la más amplia manera, a todos aquellos que sienten girar en su mente un gran sueño o un poderoso ideal.
Luis Guillermo Cardona
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