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Voto de Luis Guillermo Cardona:
10
Drama. Romance Película inspirada en la Loba (1941) de William Wyler, que presenta a los mismos protagonistas veinte años antes. En 1880, tras celebrarse el día de los confederados en Bowden, Alabama, comenzaremos a ver la difícil relación que sostienen los Hubbard, en la que el padre, Marcus (Fredrich March) atiende su negocio, lee a Aristóteles... y sostiene una relación de absoluta frialdad con su esposa Lavinia (Florence Eldridge), la cual le ... [+]
28 de junio de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando el ser humano aspira -acción que es voluntaria e involuntaria-, está inhalando el aire que lo conecta con el universo y lo preserva vivo. Es oxígeno que se comparte con la humanidad entera y que produce bienestar a todos los seres vivos. En el sentido de desear, pretender o proponerse una meta, aspirar es buscar el bien, pretender cosas positivas o proponerse alcanzar ideales que nos conserven Vivos y nos conecten con la plenitud del universo. La aspiración contiene beneficio, amor y espiritualidad, y en tal dirección es plenamente positiva para el ser humano.

La ambición, por su parte, es un impulso excesivo, pasional e incontenible, que nos induce a conseguir lo que deseamos o anhelamos hasta el punto en que, fácilmente podemos perder el rumbo y caer en actitudes perjudiciales para otros y/o para nosotros mismos. La ambición transgrede las normas, echa zancadilla y hace trampas si lo considera necesario, y no tiene escrúpulos para pisotear a cualquier persona que se convierta en un obstáculo… ¡aunque pueda tratarse de seres queridos!

La aspiración suele verse, más frecuentemente, en el arte, la agri-cultura y las ciencias sociales… y la ambición habita, cotidianamente, en la política, la economía y el deporte.

Cuando la grandiosa escritora Lillian Hellman, decidió involucrarse con la familia Hubbard -que ‘algo’ tenía que ver con la familia de su madre-, pensó desde el principio en una trilogía, pero surgió primero “Little foxes” (1939) la historia que nos habla de Regina ya casada con Horace Giddens y peleando ahora con sus hermanos por la herencia que les legara su padre. Llegado el año 1946, la Hellman se animó, por fin, a continuar la historia, pero el resultado, “Another part of the forest”, fue una precuela en la que, Marcus Hubbard, el patriarca de la familia, sufre del más profundo y reservado resentimiento por parte de su esposa Lavinia, porque amasó fortuna explotando al pueblo durante la guerra, vendiéndole sal a precios de usura… y por otra ‘cosilla’, de la que vamos a saber cuando avance la dramática historia. Entre tanto, los hijos: Regina, Benjamin y Oscar, sólo quieren salirse con la suya, pero sus aspiraciones traicionan los intereses del padre y de la madre… y así, un fuerte drama quedará servido de aquí en adelante.

Fue, Lillian Hellman, quien, al no hallar a un director que la dejara complacida -y que además se animara con el tema tratado-, tomó la rienda de la temporada en Broadway… y 182 representaciones, más dos premios Tony (Mejor actriz y Mejor vestuario) aseguraron el éxito de su obra. Nació, aquí, esa gran estrella que fuera Patricia Neal y Hellman aseguró el noveno de diez títulos exitosos.

De nuevo, la escritora estadounidense, nos muestra el sombrío tinte de las ambiciones, logrando personajes de gran fuerza pasional, mientras tejen un destino que no deja nada, absolutamente nada, que envidiar. Severo alegato contra el capitalismo sin entrañas, donde el yo, yo y siempre yo, es la mezquina razón de ser de casi todas las pretensiones. Avaricia, codicia, impudicia… y otros impulsos de las mismas tonalidades, van aflorando entre una familia que se parece bastante a muchas que, usted y yo conocemos, y que todos los días empantanan la existencia con su incapacidad de ver.

El gran cine nos pone, una vez más, ante el espejo, y el director, Michael Gordon, se mantiene a la altura de lo realizado previamente por William Wyler, logrando poderosas actuaciones de Fredrich March, Dan Duryea, Ann Blyth, Florence Eldridge y el resto del reparto, con diálogos contundentes, una puesta en escena de eficacia absoluta y una estupenda recreación de metáforas (con el salero, con la estatuilla de Aristóteles, con las botas que cuelgan en la tienda de la familia…) que nos darán mucho que pensar.

Este, también arrinconado filme para eludir mirarse en el espejo, se merece un lugar entre las obras maestras del cine.

Título para Latinoamérica: “ESTIRPE MALDITA”
Luis Guillermo Cardona
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