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Voto de Luis Guillermo Cardona:
8
Acción. Drama En el siglo XIX, en un Japón todavía feudal, un samurái llega a un poblado, donde dos bandas de mercenarios luchan entre sí por el control del territorio. Muy pronto el recién llegado da muestras de ser un guerrero invencible, por lo que los jefes de las dos bandas intentan contratar sus servicios. (FILMAFFINITY)
21 de marzo de 2010
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pasan y pasan los años, y da la impresión de que los escenarios de la vida siguieran girando inamovibles sobre una misma rueda. Aprendemos, pero no ejercemos, y menos aún reflexionamos con sentido autocrítico, sobre lo que a diario nos demuestra la existencia. Avanza la tecnología, se transforma la ciencia, tenemos más y más vislumbres de la inmensidad y del poder del universo, pero sobre convivencia, sobre amor, solidaridad y respeto, todavía sabemos muy poco. Y si de esto es escaso lo que sabemos, todo lo demás ayudará muy poco a nuestra ansiada felicidad.

Cuando uno ve a “YOJIMBO”, una película filmada en 1961 y ambientada en el siglo XIX, siente de inmediato que se está recreando la vida de los más marginados barrios de hoy (en micro) y la de los países peor gobernados (en macro).

Akira Kurosawa, con su habitual vigorosidad narrativa y con ese singular blanco y negro que refleja las historias del pasado, y que él utiliza también por su reconocido respeto a los que considera indefinidos colores del Japón, nos cuenta una historia que es muy frecuente entre nosotros: Dos bandos inescrupulosos y arribistas, se enfrentan entre sí por el dominio de un pueblo. A uno lo apoya el fabricante de sedas y al otro el de la cervecería. El jefe de policía sirve a sus intereses, el fabricante de ataúdes está ávido de cadáveres para poder evacuar su materia prima, y entre ellos, el pueblo se oculta temeroso cada día, en medio de la escasez y temiendo constantemente por sus vidas que para nadie importan.

Pero, como nunca estamos definitivamente solos, un hombre, un yojimbo (guardaespaldas), poderoso guerrero samurái que siente que debe jugar su papel en aquel infausto frente de batalla, entra en escena para ver si consigue disipar las sombras. Y entonces, en un reflejo fidedigno de una vergonzosa y eterna realidad, sucederán tantas cosas como las que suelen suceder entre los hombres más absurdos e invidentes. Mientras estos acuden a sus trampas, su brutalidad y su obsesivo asedio, del lado del pueblo hay lugar para la amistad, para la fe en el otro, y para el ejercicio de la solidaridad, la astucia y la perseverancia.

Kurosawa nos hace inclinar la cabeza. Su filme, medio cómico y medio trágico; un tanto western y otro tanto jidai jeki; de aspecto rememorador, pero inevitablemente actual, tiene ese olor a cine elocuente, avalado por un arte denso y pulcro que merece nuestro aplauso y nuestro mejor reconocimiento.

Y Toshiro Mifune se confirma como un actor de poderoso histrionismo, cuyo éxito internacional, y su constante presencia en los filmes del gran maestro japonés, no fue para nada cosa de influencias, y sí, la merecida cosecha de una labor profesional y comprometida como la que más.

“YOJIMBO” sigue abriendo la brecha de un cine oriental que se merecería muchos, pero muchos más, espacios.
Luis Guillermo Cardona
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