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Voto de Natxo Borràs:
6
Acción Frank Murphy es elegido para probar el Trueno Azul, un modernísimo helicóptero de asalto. Queda impresionado por su rapidez y su alta tecnología: permite ver a través de las paredes, grabar sonidos inaudibles e incluso estabilizar un edificio. Desconfiando de la finalidad militar del artefacto, Murphy y su compañero acaban descubriendo que ha sido concebido para el control y la vigilancia de masas. (FILMAFFINITY)
5 de abril de 2019
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la era de los videojuegos y la efervescencia por hacer resurgir nuevas tecnologías en el panorama militar con la llegada de la Administración Reagan y el debacle de la U.R.S.S no fueron impedimento para que Hollywood se implicara en proyectos enteramente comerciales y destinados al entretenimiento en que la valúa humana prevalecía sobre la modernización de esos terrores tecnológicos. Clint Eastwood dejó muy clara su posición con la sugerente e infravalorada “Firefox” (1982) en que pilotaba un omnipotente caza propiedad de los rusos, mientras que en la televisión empezaba a desarrollarse la carrocería del coche fantástico “Knight Rider, 1982) o la moto de “El Halcón Callejero” (Street Hawk 1985), aunque éstos dos formatos no se implicaban en la situación política global del momento. Solo mostraban lo magníficamente eficaces que podían ser sus prototipos desarrollados con la más avanzada tecnología.

Incluso en el caso del “El Trueno Azul”, que tuvo su serie propia un año después, interpretada por James Farentino y Dana Carvey, insinuaba su demostración de poderío frente a un nuevo enemigo y real como la vida misma: la delincuencia en las calles y, añadido de Ciencia-Ficción, un superhelicóptero como vigilante de la noche. Pero nada es perfecto según la trama de la película de Badham lo que nos tenemos que centrar. El recelo y la duda que despierta en un oficial de la policía de los Ángeles (interpretado por Roy Schreider) encargado de pilotar le lleva a enfrentarse a un antiguo oficial y colega en Vietnam (Malcolm McDowell marcándoselas tan de villano como siempre) que hará lo posible para encubrir los asuntos turbios en tan sofisticado montón de chatarra volador.

Una delicia de los años ochenta, única en su momento que aunque no gozó de una merecida popularidad, siempre quedará como una de las cintas de entretenimiento más salvables de esos tiempos en que los efectos especiales empezaban a tener más énfasis que los argumentos planteados.
Natxo Borràs
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