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España España · Madrid
Voto de keizz:
6
Drama Darío, un chico de dieciséis años, disfruta de la vida con Luismi, su vecino y amigo del alma. Mantienen una amistad incondicional, se conocen desde niños y juntos han descubierto todo lo que saben de la vida. Tras la separación de sus padres, Darío huye de casa y empieza a trabajar en el taller de Caralimpia, un viejo delincuente con aires de triunfador, que le enseña el oficio y los beneficios de la vida. Darío conoce además a ... [+]
14 de mayo de 2015
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Darío (Miguel Herrán), un chico de dieciséis años, tiene serios problemas con sus padres (Luis Tosar y María Miguel) que están recién separados, y también en el colegio. Sólo se siente bien con su amigo Luismi (Antonio Bachiller), vecino suyo de toda la vida. Tras huir de su casa, Darío se refugia en el taller de Caralimpia (Felipe García Vélez), un viejo delincuente que le enseña el oficio y le ofrece un ejemplo de vida muy poco edificante. Asímismo, Darío conoce a Antonia (Antonia Guzmán), una anciana que recoge muebles abandonados con su motocarro y que se convierte momentáneamente en su nueva familia.

El adolescente problemático de un barrio suburbial, problemas generacionales, delincuencia precoz, soy rebelde porque el mundo me hizo así… es uno de los mayores tópicos del cine español, muy dado a recrear este tipo de personajes. Desde los años del llamado “cine quinqui” de Eloy de la Iglesia, a los posteriores éxitos con esta misma temática (“Barrio”, “El bola”, “7 vírgenes”, etc.), este tipo de cine siempre ha tenido buena aceptación y, aunque hayan cambiado los tiempos, se sigue haciendo.

Supongo que habrá gente para todo, pero a mí personalmente, a estas alturas, me dice muy poco o nada la película con adolescentes que conducen sin carnet, que espían a la vecina en la ducha, que roban exámenes del colegio, cubatas en la discoteca, ropa en El Corte Inglés, etc. Falta el coqueteo con las drogas para completar el repertorio de lugares comunes que visita esta película.

Las buenas intenciones son evidentes, y la película es hasta simpática, pero adolece de la más mínima credibilidad. Todo lo relacionado con el personaje de Darío no termina de cuadrar. Un personaje puede ser listo o tonto, bueno o malo, sensato o loco, pero no todo a la vez, según le va conviniendo a la historia. Además de esto, nunca llega a relacionarse con el espectador, uno no empatiza con él, no transmite lo que se supone que quiere transmitir (tengo muchos problemas, mi vida es muy dura, no he recibido suficiente cariño pero en el fondo tengo muy buen corazón y mis amigos son lo primero).

Hay que tener en cuenta que se trata de la ópera prima de Daniel Guzmán, y en ese sentido hay que ser condescendiente con los errores que todo principiante puede cometer. Desde ese punto de vista, comprendo que Guzmán haya sido poco atrevido y pretenda contentar al gran público con una historia de moralejas repleta de clichés y fácilmente digerible.

Personalmente, creo que la película habría ganado mucho si Guzmán se hubiera atrevido a olvidarse del mensaje, de la denuncia social, si hubiera sido más crudo y menos amable con el público, si hubiese hecho un producto más fresco, que destilara más realismo y ambición, si no hubiera recurrido a un final tramposo.

A pesar de todo ello, “A cambio de nada” no es mala película. Hay cosas muy rescatables de ella, indicios muy prometedores de que Daniel Guzmán puede ser un gran director en el futuro. Por ejemplo, tiene muy buen ojo a la hora de componer el plano, y se le adivina buen gusto, talento e ingenio. Yo estoy seguro de que aquí habrá un gran director de cine.

Lo mejor es la dirección de actores. Miguel Herrán y Antonio Bachiller (especialmente éste último) derrochan frescura y naturalidad. Y es gracias a ellos (y a lo bien dirigidos que están) que muchas escenas salen airosas a pesar del conjunto de tópicos por el que se mueven.

Junto a ellos, la habitual solvencia de Luis Tosar y Felipe García Vélez (que protagoniza quizá las escenas más brillantes de la película) y la más que conseguida actuación de Antonia Guzmán (abuela del director) a quien no le queda grande en absoluto su personaje.

La película es divertida (lo de los perros es descojonante), los diálogos son ágiles y denotan espontaneidad, pero los cimientos narrativos de la película son muy frágiles, no hay una historia potente, da la sensación de que lo que se cuentan son momentos anecdóticos en esa etapa la vida de Darío. Esas escenas deberían ser enriquecedoras para la película, pero no ser la película en sí mismas.

Película bienintencionada y con buenos momentos, pero irregular y predecible. Plantea el problema existencial de la adolescencia, su falta de valores y de expectativas, pero no da respuestas, más allá de los tópicos de siempre, por lo que termina siendo un film simplemente agradable pero superfluo.

Darío y Luismi son Don Quijote y Sancho Panza. Pero eso ya se escribió hace mucho tiempo, así que para que la fórmula funcione hay que añadirle algo más, sorprender. No obstante, ya digo, se intuye talento en Guzmán. Espero que esta película guste lo suficiente como para que en la próxima se arriesgue un poco más y veamos de lo que es capaz.

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keizz
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