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España España · Madrid
Voto de keizz:
8
Drama Myriam y Antoine Besson se han divorciado, y ella solicita la custodia exclusiva de su hijo Julien para protegerlo de un padre al que acusa de violento. Antoine defiende su caso como un padre despreciado, y la juez del caso sentencia a favor de la custodia compartida. Rehén del creciente conflicto entre sus padres, el joven Julien se ve empujado al límite. (FILMAFFINITY)
26 de abril de 2018
21 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se trata del primer largometraje de Xavier Legrand, quien también es responsable del guión del film. Y lo hace a lo grande, con un drama familiar rebosante de autenticidad que poco a poco va dando paso a un thriller arrebatador, duro, implacable, que te va calando poco a poco y que, con muy pocos momentos de respiro, te mantiene pegado a la silla sin pestañear durante todo el metraje.

Los primeros minutos del film nos muestran los alegatos de las respectivas abogadas ante la juez del caso. Mientras lo vemos nos parece un poco largo asistir al juicio completo, con esos farragosos legalismos, pero en realidad nos están poniendo en situación. Es la manera que Legrand elige para describir la situación desde ambos puntos de vista, el de la madre y el del padre, diametralmente opuestos, mediante los argumentos de sus respectivas abogadas.

Legrand por una parte narra con naturalidad, tratando de ser imparcial y que el espectador juzgue, pero por otro lado influye, presentando un padre voluminoso con un rostro en el que se percibe una capacidad de ser violento, y una madre frágil. Quizá estereotipa demasiado a ambos. Por el contrario, la figura del niño sí que desprende autenticidad, impactando más en el espectador gracias a sus silencios y su mirada asustadiza.

El director nos pone en la piel del niño. Es su visión de las cosas la que vemos, más que las de sus respectivos progenitores. Percibimos sus miedos y nos ponemos en su situación, especialmente en los viajes en coche con su padre y las comidas con los abuelos paternos. También es magistral la forma en que se centra en el rostro de Josephine cuando en la fiesta de cumpleaños interpreta “Proud Mary” con una cara de inexpresivo espanto, sabiendo y haciéndonos saber que algo está pasando ahí fuera.

De este modo, pese a que en la escena inicial del juicio se nos presentaba una película en la que la cosa iba de la típica pugna por la custodia de un hijo en una pareja divorciada, a partir de ahí la cosa va cambiando y nos damos cuenta de que no se trata de los padres y sus desencuentros, sino de los hijos. Son los hijos, en el centro del cuadrilátero, los que a menudo reciben los golpes que se lanzan sus padres entre sí. El pequeño Julien nos conmueve, es imposible no empatizar con él. Es el eje de todo. Pero además, es el más vulnerable, y que que más expuesto está en la guerra de sus padres.

Evidentemente, hay que valorar el excelente trabajo de Thomas Gioria en el papel de Julien. Aunque sería injusto hacer de menos al resto del elenco. Especialmente Denis Menochet, que está absolutamente espectacular también. Las dos mujeres (madre e hija) están bien, pero lejos, muy lejos, de las interpretaciones de los dos protagonistas masculinos.

La parte final de la película, desde la fiesta de cumpleaños en adelante, es tremenda. Uno ya estaba metido en la película, sin posibilidad de escapar, ya que por momentos en lugar de estar en una sala de cine sientes que vas dentro de esa furgoneta con el padre y el niño, pero es que en la parte final te agarras al asiento como si estuvieras montado en una montaña rusa. Es una barbaridad. Un final impactante que da paso a los créditos y al silencio. Es raro ver la aparición de los créditos sin música ninguna. Aquí simplemente acaba, los espectadores estamos boquiabiertos, y la oscuridad, el silencio y los créditos apareciendo ceremoniosamente nos anuncian que ya podemos destensarnos, que somos libres, que podemos irnos.

No es una película cómoda, todo lo contrario. Hacía tiempo que no lo pasaba mal (en el buen sentido) en una sala de cine. Hay demasiadas cosas latentes, no explicitadas en el film que te llegan inexorablemente. No es sólo lo que ves, sobre todo es lo que barruntas, lo que captas de un modo soterrado. Es acojonante (en los dos sentidos de la palabra).

Quizá los personajes de la pareja de divorciados podrían ser algo menos esterotípicos, pero a pesar de ello y algún otro error menor, parece mentira que una ópera prima desprenda tanta madurez. Xavier Legrand hace un debut potente y pone el listón muy alto para sus próximas obras. Su profundidad y su autenticidad contrasta con su minimalista en su puesta en escena, y hacen de “Custodia compartida” una experiencia cinematográfica difícil de olvidar.

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keizz
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