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China China · Qingoco
Voto de Txarly:
7
Aventuras. Intriga. Drama Impulsado por el deseo de vivir experiencias y emociones apasionantes, Richard (Leonardo DiCaprio), un joven mochilero, viaja a Thailandia. En Bangkok se aloja en un hotel de mala muerte, donde conoce a una pareja de franceses, Étienne (Guillaume Canet) y Françoise (Virginie Ledoyen), y a Daffy (Robert Carlyle), un viajero consumido por años de sol y drogas y que está de vuelta de todo. Daffy, un ser tortuoso y paranoico, le cuenta a ... [+]
13 de julio de 2010
236 de 279 usuarios han encontrado esta crítica útil
Danny Boyle acierta, con independencia de actores y desarrollo, en la adaptación de la novela de Alex Garland. Es veraz a lo que observé hace una década recorriendo las costas asiáticas desde Pekín hasta el canal de Suez. Y joder, qué quieren que les diga... con la mayoría de subnormales que aparecen en este film tuve que bregar día sí y día también. Y supongo que a raíz de ello, esta peli me ha gustado.

Durante el camino, me di cuenta de que siempre me topaba con dos tipos de viajeros. A la cabeza, a menudo andaban los más ruidosos, es decir, los del sex and drugs and sun and rock, y que arrasan por donde van sean ingleses, holandeses, alemanes o de Segovia. Los ves a la caza de menores en los antros y hoteles tailandeses que consiguen calzarse por cantidades ridículas. Escuchas sus eructos y sus gritos de mierda (sí, esos que hacen UH UH UH los yankies) a partir de madrugada hasta salir el sol. Olfateas la orina, el vómito, el sudor rancio que se pega a cada brizna de calle que asolan.

Hordas controladas que actuaban siempre de la misma manera y que funcionan con un repertorio de preguntas tan simples como ellos: ¿a dónde te diriges? ¿de dónde vienes? ¿qué has visitado? ¿follamos un rato?

Y aunque te joda, en el fondo sabes que son como tú.

Luego están los otros, los que tan bien describe esta película, la mayor élite de pringados perroflautas cuya máxima en esta vida es la consecución del placer por encima de todo. Pero no se engañen, son todos pijos, y tienen el culo asegurado por si algún día se cansan y deciden regresar al hogar para encargarse del bufete de abogados de papá. Hoy día creo que los llaman pihippies. Que no les engañen sus pies sucios o sus desaliñados cabellos, la mierda va por dentro.

Se tiran meses, incluso años, en el mismo país (últimamente Tailandia y alrededores, anteriormente Ibiza) buscando una paz interior como falsa y estudiada premisa de poder concederse a cualquier precio, los que piensan que serán los mejores años de sus vidas. Los detestaba más que a los otros. Conocí idiotas pihippies que portaban cuchillos como autodefensa en un país tan tranquilo como la India. Observé niñatas mojigatas expandir sus brazos en cruz mientras cerraban sus ojos para ser unas con el Taj Mahal. Pero sobre todo, y siempre en Tailandia, me presentaron inútiles de armas tomar que llevaban viviendo allí mil años y que serían incapaces de anudarse los cordones de las botas. Éso sí, muy guapos, con una educación media-alta, buen manejo de idiomas e interiorizada la extraña creencia de ser poseedores de las cualidades y técnicas físicas y espirituales que a todos los demás nos faltaban.

Esa es la gentuza egoísta y disparatada que disfrazada de amor fraterno tan locuazmente nos presenta Doyle, dando en el clavo al retratarlos como los mezquinos y modernos hijos de la gran puta sin ningún interés turístico ni particular que en realidad son.

Interesante.
Txarly
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