Thana, una bella chica sordomuda, sufre la violación de un hombre y después, en su propia casa, de otro. Thana coge una pistola y comienza a rondar por las calles, en busca de la venganza. Finalmente se disfraza de monja trash con medias de rejilla y labios color de sangre y hace caer el Castigo de Dios sobre todos los hombres de este mundo: la expiación a través del exterminio.
El tema del asesino en serie, ya tratado en otra película de Abel Ferrara, "El asesino del taladro", cobra nuevos bríos, presentando a un potente personaje principal (interpretado por la perturbadora y malograda Zoë Lund) que puede emparentarse con la Catherine Deneuve de "Repulsión" o la Natassja Kinski de "La mujer pantera": destructivas féminas que caminan por el filo de un mundo de pesadilla cuyas únicas referencias reales son el sexo y la sangre. Por lo demás, es puro Abel Ferrara (el de antes); estética bizarra, ultraviolencia, personajes alucinados y salvaje, destructivo nihilismo que no deja títere con cabeza, una inmersión en un infierno del que difícilmente se sale indenme del todo. Y, en el fondo de todo, el ideal demente de un feminismo llevado hasta sus extremos más salvajes.