Quien le haya echado ya el ojo a este thriller, abandone toda esperanza; es oooooootro de la escuela conocida como "los hijos de Seven", pero en su versión parvularia.

La biblia, libro abundante en crímenes, profecías chungas y cosas truculentas en general, sirve otra vez de inspiración para una serie de asesinatos como siempre desagradabilísimos, aunque el público bregado en la saga Saw encontrará el tema sangriento de lo más moderado y eso sí, hay que reconocerle al director que no se ha excedido con los planos de las masacres en detalle, no sabría decir si por elegancia o por falta de presupuesto en látex.

Resulta incluso cómico que a estas alturas todavía haya quien ingenuamente venda la moto del poli con intuiciones y flashes repentinos cuyo resplandor no alcanza a tapar los agujeros negros de una trama mal hilada, interpretada por un Dennis Quaid bastante capicaído y una Ziyi Zhang de vergüenza ajena como sobreactuadísima muñeca diabólica a la que sólo faltaba bajar por una escalera a cuatro patas y con el cuello girado en noventa grados para redondear su estúpida actuación. El resto de los actores, por supuesto, están de comparsa.

Se puede decir como cosa buena que una vez gastado el leif motiv de los jinetes del apocalipsis, al género thriller cutre-religioso, ya le queda menos biblia que cargarse y menos tontería con qué nutrir nuevas y estúpidas películas de psicópatas.