Película interesantísima sobre los hechos acaecidos en el llamado "Domingo sangriento" de 1972 en Derry, Irlanda del Norte. Mi crítica de todas formas quiere ahondar en el estilo de rodaje, ya que sobre la historia que narra el film ya se ha dicho todo en anteriores reseñas.

La primera década del Siglo XXI será recordada a nivel cinematográfico, entre otras cosas obviamente, por el uso indiscriminado de la cámara al hombro en el cine de acción. Y se recordará a Paul Greengrass como el gran profeta de este recurso que, si bien no niego que otorgue cierto realismo y estética de documental a las imágenes, me parece una auténtica lacra para el espectador porque, al menos a mí personalmente, me provoca el efecto contrario al que busca: en lugar de "meterme" en la acción, me saca absolutamente de ella, ya que el movimiento de la cámara me marea y aturde, y me impide ver qué es exactamente lo que está sucediendo en pantalla.

Greengrass rueda "Bloody Sunday" al completo con esta "shaky cam", abusando además de otro recurso muy "de artista" y que aún a día de hoy (2018) seguimos sufriendo en cine y televisión: los planos cortos a discreción, especialmente primeros y primerísimos planos con la cámara en movimiento. Puro desatino que ningún moderno videoartitsta parece atreverse a rechazar por miedo a ser tachado de anticuado.

A todo esto añadiría otro aspecto que no me ha gustado de "Bloody Sunday": los más que molestos fundidos en negro con los que Greengrass corta sus escenas, muchas veces con diálogos aún vivos de los que también se pierde gradualmente el sonido. Un efecto que provoca confusión (parece sugerir el paso del tiempo cuando en realidad todo sucede paralelamente) además de interrumpir y hace decaer el ritmo de la narración constantemente.

Por lo demás, buenas actuaciones e interesante historia.