Haz click aquí para copiar la URL
Voto de GUSTAVO:
5
Comedia Es el verano de 1968 y Manolo es un tímido adolescente de La Punta que pasa los días junto a sus amigos Guille y Bobby, yendo a la playa y escuchando música rock. Sin embargo, la rutina cambia con la llegada de Emma, una joven hippie de la que Manolo se enamora y por la que se terminará metiendo en un lío tras otro. (FILMAFFINITY)
17 de noviembre de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
De entrada, con su voz en off, Manolo, el principal, presenta a los demás personajes, jóvenes de clase media como él, como si estuviera rodando una película, su verdadera y medio oculta vocación. Todos ellos reflejan el aislamiento geográfico y la alienación mental en que se encuentran producto de una patética confusión entre las convenciones sociales, los estereotipos, la idiosincrasia y la cultura de medio pelo que funcionan como una suerte de carceleros de los cuales buscan librarse aunque sea solo fanfarroneando o mintiendo en toda la línea. No es casual por eso que la película empiece con una definición parcial de la “libertad” y no es un defecto que los personajes naveguen en medio de la tontería como creen los que la ven en un estricto sentido plano. Si la historia tiene inspiración autobiográfica del director es lo de menos pero si presentamos a los personajes de esa manera, es correcta la decisión de hacerla comedia porque, además, es una película de época, fines de los años 60, que busca risas del espectador al enfocarla con una mirada del siglo XXI y hacerla “futuróloga” desde la perspectiva y nivel cultural de los personajes en varios conceptos como la coyuntura política de 1968 (con el golpe de Estado de Velasco en ciernes), la liberación femenina, la tolerancia sexual, la inclusión social y racial en el Mundo (el chiste de la posibilidad remota pero negada de un Presidente negro en EEUU), la vigencia del rocanrol, la conquista del espacio, los avances de la ciencia y de la técnica (con una clara insinuación al internet). En esa misma línea, la película inserta a por lo menos dos personajes sacados de contexto como la chica de la tienda de discos y a Aldo Miyashiro, representándose a sí mismo, que tienen como propósito generar contraste con los clisés y actitudes de la época para alternar una mirada entre el pasado y el futuro. Llegados a este punto, sin embargo, ya las pretensiones del director se han pasado de revoluciones: ha hecho referencia a Zavalita, el personaje de Mario Vargas Llosa en “Conversaciones en la catedral”, sobre cuándo se jodió el Perú y pone a Mao Tse Tung como un casual, recurrido y erróneo referente de la juventud en su afán de seguir mostrando la bola de cristal.
Ciertamente el director Gonzalo Benavente no alborota el cotarro con estas referencias pero se le nota demasiado preocupado por las apostillas encubiertas, por las ironías de prestidigitador aventajado y por filtrar la fotografía, correctamente amarilleada y desgastada, en un par de ocasiones para presentar sendas y banales coreografías en lugar de desarrollar más una historia mínima, mejorar el diseño de producción y la ambientación, que en este caso eran muy importantes, y conseguir un registro actoral adecuado. Tan simple o tan complicado como eso.
GUSTAVO
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow