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España España · Madrid
Voto de GVD:
7
Drama Randy "The Ram" Robinson (Mickey Rourke) es un luchador profesional de wrestling que, tras haber sido una estrella en la década de los ochenta, trata de continuar su carrera en el circuito independiente, combatiendo en cuadriláteros de tercera categoría. Cuando se da cuenta de que los brutales golpes que ha recibido a lo largo de su carrera le empiezan a pasar factura, decide poner un poco de orden en su vida: intenta acercarse a ... [+]
3 de marzo de 2009
25 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes del combate voy a hablar con Mickey "The Ram" Rourke y su entrenador, Darren "El plasta" Aronofsky. Apenas conozco cuál es su estilo de lucha. Hace bastante que "The Ram" no se cubre de gloria y, salvo alguna pequeña excepción, no ha aparecido siquiera en los cuadriláteros últimamente. “El plasta” ha conseguido cierto prestigio con algún combate supuestamente innovador, de los que yo he sido testigo en una ocasión, acabando hasta los huevos. Demasiado movimiento, demasiado ruido y ninguna hostia de verdad. A ver qué han preparado.

"Pues bien, vamos a recrear, con la historia de un viejo luchador, un ambiente de fracaso, de nostalgia del pasado y de presente desolador". "Pero, Aronofsky, macho, eso ya lo hemos visto mil veces, sólo falta que el tío tenga una hija que no le hable y una puta como única compañía". "Estooo...Verás... Vale que está lo de la puta y la hija, pero...". "¡No jodas que has metido hasta eso, menudo truño va a salir!". "A ver, que la puta es Marisa Tomei". "Ah, bueno, siendo así, la cosa mejora un poco, pero ¿y el resto qué?". "Pues aquí tengo a Mickey, que ha estado todos estos años practicando los golpes, se los sabe de memoria, ya verás como lo clava...".

Menuda nochecita me espera, cómo se echan de menos los tiempos de Huston y Scorsese, aquellos sí que eran combates épicos.

Llega el combate. Subimos los dos contendientes al cuadrilátero. "El plasta" se queda en una esquina, para manejar los hilos supongo, que se note que el combate es obra suya, que él es el genio que se lo ha inventado… Payaso. Empieza el combate. Y, contra todo pronóstico, empiezo a recibir hostias como panes. Fuertes, duras, reales. Y no lo entiendo, me sé todos los movimientos, todos los posibles golpes, pero aun así no puedo moverme. Sólo recibo.

Intento salir de esta situación, pero es inútil, la cara de dolor y la piel curtida de Rourke me informan de que esto no es de coña, que el fracaso es real, que el testigo del sufrimiento que ha pasado "The Ram" me lo va a pasar a mí en forma de paliza. Tan sólo alcanzo a esquivar algún golpe fofo ("¿Dónde estabas en mis cumpleaños?"), pero el presente de mierda que estrangula al pasado, el vivir solo en una camioneta, el saber que los días buenos han llegado a su fin... Ahora soy yo el que lo experimenta.

Y sé lo que va a pasar a continuación. El final del combate está cantado, tanto como que después del 1 viene el 2. Y aun así, permanezco en el centro del cuadrilátero retorciéndome de dolor, inmóvil. Miro a la esquina y Aronofsky ya no está. El creador desaparece y es la obra la que se hace grande, que es, prácticamente, ese personaje antológico que ahora se encarama en esa misma esquina, escalando la cima de la derrota para llegar a un triunfo de ficción. De su corazón jodido se saca las últimas fuerzas, las necesarias para llevar a cabo el salto al vacío. El definitivo para acabar conmigo y hacerse un hueco en el gran cine. No falla.

¡Uno! ¡Dos! ¡Tres! ¡K.O.!
GVD
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