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Voto de GVD:
5
6,0
4.432
Fantástico. Drama
El Tío Boonmee sufre una insuficiencia renal aguda y decide acabar sus días entre los suyos en el campo. Sorprendentemente, los fantasmas de su mujer muerta y de su hijo desaparecido se le aparecen y lo toman bajo sus alas. Mientras medita sobre los motivos de su enfermedad, Boonmee atraviesa la jungla con su familia hasta llegar a una cueva en la cima de una colina, el lugar donde vino por primera vez al mundo. (FILMAFFINITY)
28 de noviembre de 2010
78 de 95 usuarios han encontrado esta crítica útil
1) La antesala.
Peli tailandesa, con garantía de gafapastada absoluta, Palma de Oro incluida y con la crítica especializada lanzando sentencias iluminadas (lo que intuyo que es un perfecto ejemplo de texto que plasma la atmósfera de una película: si yo no me entero de nada, tú menos).
Con todo esto, había curiosidad, pero mis ojos, por prevención, iban preparándose para esfuerzos titánicos ante el ejercicio de masoquismo cultureta que se avecinaba.
2) La confirmación.
El arranque no defrauda: planos fijos peleándose por ver cuál dura más, trama confusa, personajes, diálogos y situaciones absurdos, ausencia de una atmósfera envolvente y monos sin colirio; la nada como elemento primordial.
La pantalla permanece hermética, imposibilitando cualquier tipo de acceso a la película. Forma educada de decir que esto es un coñazo.
3) El clímax.
Sigo sin encontrar la manera de meterme en la película, el ritmo permanece intacto, es decir, no aparece, con lo que ya llevo un rato procurando reírme para pasar el rato (a lo que ayudan diálogos como el de los comunistas y los bichos).
Y así llega el punto álgido.
Aparece una especie de fábula sin conexión aparente con lo mostrado hasta ahora (ya inconexo de por sí), en la que una princesa pide como deseo recobrar la juventud a un pez, empleando sus joyas como ofrenda. A continuación, el pez ejerce de consolador. En esto, Servadac se gira y suelta la frase más adecuada en el momento preciso:
"¡Que te folle un pez!"
Peli tailandesa, con garantía de gafapastada absoluta, Palma de Oro incluida y con la crítica especializada lanzando sentencias iluminadas (lo que intuyo que es un perfecto ejemplo de texto que plasma la atmósfera de una película: si yo no me entero de nada, tú menos).
Con todo esto, había curiosidad, pero mis ojos, por prevención, iban preparándose para esfuerzos titánicos ante el ejercicio de masoquismo cultureta que se avecinaba.
2) La confirmación.
El arranque no defrauda: planos fijos peleándose por ver cuál dura más, trama confusa, personajes, diálogos y situaciones absurdos, ausencia de una atmósfera envolvente y monos sin colirio; la nada como elemento primordial.
La pantalla permanece hermética, imposibilitando cualquier tipo de acceso a la película. Forma educada de decir que esto es un coñazo.
3) El clímax.
Sigo sin encontrar la manera de meterme en la película, el ritmo permanece intacto, es decir, no aparece, con lo que ya llevo un rato procurando reírme para pasar el rato (a lo que ayudan diálogos como el de los comunistas y los bichos).
Y así llega el punto álgido.
Aparece una especie de fábula sin conexión aparente con lo mostrado hasta ahora (ya inconexo de por sí), en la que una princesa pide como deseo recobrar la juventud a un pez, empleando sus joyas como ofrenda. A continuación, el pez ejerce de consolador. En esto, Servadac se gira y suelta la frase más adecuada en el momento preciso:
"¡Que te folle un pez!"
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
4) El anticlímax.
Finalmente, estoy en estado de semisueño. Con los ojos entreabiertos, observo ahora planos sugerentes. Percibo la atmósfera de un mundo oculto, no inquietante, sino magnético. Aparece una gruta como escenario del descenso al fin (o al inicio). Los minerales conforman una mera pared rocosa con luz de linterna y un cielo estrellado con la oscuridad. La luna observa el viaje. El sol desvela la muerte.
De la vegetación agobiante y viva a la roca desnuda. De la roca desnuda a la tarta multicolor eléctrica. El efecto es brutal.
¿Aquí hay cine o lo estoy soñando?
5) El tiempo.
En este segmento tampoco ha aparecido el ritmo. Ahora, sin embargo, no percibes que sea algo forzado, sino que no puede haber ritmo. No existe. La película mata al tiempo. Me introduce en un limbo en el que no sé si ha pasado un segundo o una eternidad.
Miro el reloj y me indica que han pasado 90 minutos, pero sólo el reloj me lo indica.
6) El regreso.
Al finalizar la película tras ese limbo (porque los 15 minutos restantes ya me pillan a contrapié, en armonía con lo anterior al segmento), me doy cuenta de que he vuelto a la realidad, de que hay una pantalla, de que la película es infumable.
Salgo a la luz y estoy como alucinado. El tailandés éste ya me ha dejado gilipollas del todo. Le voy a cascar un 4.
"¿Qué te ha parecido?" Las impresiones son similares. Emocionan y aburren las mismas cosas, con matices. Y eso en una película tan incomprensible y, en principio, tan propensa a las interpretaciones y sentimientos dispares, me parece preocupante. Las dos experiencias vienen a ser la misma.
La impresión final es la esperada en la antesala: una película aburrida, indescifrable y tremendamente irregular. Sin embargo, en el recuerdo de este conjunto aparentemente arbitrario y heterogéneo (este "aparentemente" es por cortesía), entre toda esta madeja, prevalece el segmento, la idea de que detrás de la pantalla no todo era vacío, sino que había algo vivo, un algo inexplicable y que no deja indiferente, un mundo aparte.
Y creo que algo de eso viene a ser el cine.
Finalmente, estoy en estado de semisueño. Con los ojos entreabiertos, observo ahora planos sugerentes. Percibo la atmósfera de un mundo oculto, no inquietante, sino magnético. Aparece una gruta como escenario del descenso al fin (o al inicio). Los minerales conforman una mera pared rocosa con luz de linterna y un cielo estrellado con la oscuridad. La luna observa el viaje. El sol desvela la muerte.
De la vegetación agobiante y viva a la roca desnuda. De la roca desnuda a la tarta multicolor eléctrica. El efecto es brutal.
¿Aquí hay cine o lo estoy soñando?
5) El tiempo.
En este segmento tampoco ha aparecido el ritmo. Ahora, sin embargo, no percibes que sea algo forzado, sino que no puede haber ritmo. No existe. La película mata al tiempo. Me introduce en un limbo en el que no sé si ha pasado un segundo o una eternidad.
Miro el reloj y me indica que han pasado 90 minutos, pero sólo el reloj me lo indica.
6) El regreso.
Al finalizar la película tras ese limbo (porque los 15 minutos restantes ya me pillan a contrapié, en armonía con lo anterior al segmento), me doy cuenta de que he vuelto a la realidad, de que hay una pantalla, de que la película es infumable.
Salgo a la luz y estoy como alucinado. El tailandés éste ya me ha dejado gilipollas del todo. Le voy a cascar un 4.
"¿Qué te ha parecido?" Las impresiones son similares. Emocionan y aburren las mismas cosas, con matices. Y eso en una película tan incomprensible y, en principio, tan propensa a las interpretaciones y sentimientos dispares, me parece preocupante. Las dos experiencias vienen a ser la misma.
La impresión final es la esperada en la antesala: una película aburrida, indescifrable y tremendamente irregular. Sin embargo, en el recuerdo de este conjunto aparentemente arbitrario y heterogéneo (este "aparentemente" es por cortesía), entre toda esta madeja, prevalece el segmento, la idea de que detrás de la pantalla no todo era vacío, sino que había algo vivo, un algo inexplicable y que no deja indiferente, un mundo aparte.
Y creo que algo de eso viene a ser el cine.