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España España · Móstoles
Voto de lyncheano:
9
Drama Randy "The Ram" Robinson (Mickey Rourke) es un luchador profesional de wrestling que, tras haber sido una estrella en la década de los ochenta, trata de continuar su carrera en el circuito independiente, combatiendo en cuadriláteros de tercera categoría. Cuando se da cuenta de que los brutales golpes que ha recibido a lo largo de su carrera le empiezan a pasar factura, decide poner un poco de orden en su vida: intenta acercarse a ... [+]
16 de enero de 2009
36 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchas veces he dicho que Darren es el mayor experto en hacer trascender sus imágenes, no sus películas en general, sino todas y cada una de las escenas que componen las mismas. En este caso, Darren hace trascender la basura, el abandono, la decadencia, la brutalidad y, por supuesto, la carne. Ese director de texturas del que espero que sólo haya aparcado momentáneamente su eclecticismo, se centra en revivir la carne, en hacerla bella en su laceración y monstruosa en su grandeza, instrumento que otorga y después priva para siempre, cárcel y útil de vida, carne untada con cerebro que reverdece lo efímero de su apogeo, o nos hace creer en ello a pesar de que somos testigos de su decadencia. Una vez más, el hombre/artista quiere ser especial, y tiene talento para algo. Un algo que quizá sólo le importe a él a ese nivel vital (como toda creación personal), desde luego mucho más que a los fans a los que sólo les satisface un instante, una lágrima de segundo salpicada en sangre en el que poder lanzar un insulto voraz en la cara de alguien mucho más fuerte que ellos para desahogarse de la mierda de sus cochinas vidas en las que nada es especial. Para él, sin embargo, es su vida. Su vida porque es lo único que sabe hacer, o lo único que le hace especial, o lo único que le recuerda que puede ser especial. No obstante, cuando ese algo que te hace especial explota delante de tus ojos y te absorbe, pasa a convertirse en todo lo que eres... y tarde o temprano abandonas a tu hija, abandonas el amor, abandonas tu salud y te abandonas a ti mismo con tal de seguir consumiendo de la droga de ese talento que Dios te ha dado. Y aquí no importa el intelecto. Darren nos ha hablado de dos mundos bien diferenciados en sus películas: el de las drogas y la decadencia, las convenciones de la calle y del mundo del espectáculo, suficientemente alejadas de la intelectualidad como próximas a la sabiduría del oficio; y por otro lado el de los genios matemáticos, eminentes científicos y doctores. Los del primer grupo (Réquiem, y ahora esta Wrestler) buscan ser especiales a partir de la simple facultad de sus virtudes, equivocándose en sus decisiones y echándose a perder (o más bien corroborando esa perdición a la que siempre han estado abocados), pero con el horizonte siempre en mente, negando lo que son y buscando lo que quieren ser. En el segundo grupo están aquellos cuyas complejas virtudes y dotes mentales les impiden saber quiénes son o qué hacen aquí, hasta que les llega la redención en sus prodigiosos finales. De tal forma, Darren les coloca en la misma tesitura de tener que afrontar sus equivocaciones y afrontar su destino, que siempre les será esquivo, independientemente de su status social e intelectual, nivel, oficio, arte, sueños, obra y prodigios.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
lyncheano
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