Apasionante espectáculo dirigido con una eficacia a prueba de bomba, saturada de humor, cinismo, sensualidad y frescura, una música de Bernard Hermann electrizante, Cary Grant en máxima elegancia, Eva Marie Saint como una de las mejores rubias de Hitchcock, James Mason magistralmente siniestro y Martin Landau en un papel que da lugar a divertidas segundas interpretaciones.

No importan el mayor ni el menor de sus defectos, porque cuando Cary Grant conduce borracho se devora la secuencia, el ataque del avión fumigador fascina, la subasta es divertida y memorable y la imposible elipsis en el monte Rushmore maravilla hasta la contundente y simbólica entrada del tren en el túnel.

Carente de pretensiones o rigor argumental, no deja de ser una inmortal obra maestra.