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Estados Unidos Estados Unidos · 544 Camp Street. New Orleans
Voto de Jinete nocturno:
9
Ciencia ficción. Drama. Aventuras Al ver que la vida en la Tierra está llegando a su fin, un grupo de exploradores dirigidos por el piloto Cooper (McConaughey) y la científica Amelia (Hathaway) emprende una misión que puede ser la más importante de la historia de la humanidad: viajar más allá de nuestra galaxia para descubrir algún planeta en otra que pueda garantizar el futuro de la raza humana. (FILMAFFINITY)
1 de diciembre de 2014
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Seré claro: si me hubieran preguntado ayer mi opinión sobre Nolan, hubiera afirmado que era uno de los directores más ridículamente sobrevalorados de la historia: ni Origen, ni Memento, ni siquiera El Caballero Oscuro, me parecieron jamás otra cosa que correctos entretenimiento palomiteros cubiertos por una pátina de irritante pretenciosidad. Pero hoy, tras lo visto, me toca tratar recuperar el aliento, reordenar las ideas, y afirmar que he contemplado una de las películas más bellas, sutiles y profundas jamás realizadas. Una película que todavía, y tras un primer visionado, no alcanzo a calibrar totalmente, pero que creo destinada a crecer en mi recuerdo.

Nolan por primera vez se me antoja a la altura de su fama; como un creador audaz, valiente y visionario capaz de liberarse de la esclavitud del blockbuster y la tentación del truco efectista: un verdadero cineasta. Todavía no es Kubrick, no. Y no: Interestellar no es 2001. Pero es el film que más cerca ha estado de alcanzar su grandeza, de hacerle sombra y emular su mezcla de magia, misterio y esperanza. Ya solo por eso, y por devolverme la emoción que sentía de crío al mirar al cielo, merece toda mi admiración, asombro y gratitud.

Si tuviera que definir “pretencioso”, diría que pretencioso es aquello que, siendo pequeño, pretende ser tomado por grande. Interestellar, para mi sorpresa, es justo lo contrario: es un gigante que se esconde bajo el manto de lo sutil, de lo levemente insinuado, que huye en todo momento de la aparatosidad estéril. Que expresa grandes verdades de manera sencilla, y usa los medios y los escenarios al servicio de la historia, jamás al revés.

Porque si hace unos meses ponía a parir Gravity por su infumable retahíla de chapuceros errores científicos y por su traición al género, de Interestellar hay que decir que es la negación absoluta de aquella. Esto es ciencia ficción “hard”, seria y arriesgada: si no perfectamente rigurosa y verosímil en cada detalle, sí al menos completamente coherente; perfectamente cerrada sobre sí misma. Y sobre todo, y es lo más importante, es una obra trascendente y profunda; destinada no a ser un mero entretenimiento palomitero situado en el espacio, sino a utilizar su trama como excusa para volver a plantear las eternas preguntas, aunque maravillosamente reformuladas: “¿Qué quedará tras nosotros?” “¿Cuál es el verdadero sentido de la existencia?””¿Por qué amar a los que jamás volverán?” Todo ello empapado en lúcida melancolía, en una atmosfera de fatalismo, de “cualquier tiempo pasado fue mejor”, y de angustia existencial ante la inexorabilidad de la muerte, que hace a esta obra a un tiempo eterna y ominosamente actual.

En efecto, Nolan nos presenta una distopia no tan lejana como nos gustaría creer; que, muy al contrario, parece querer ser un retrato apenas disimulado de nuestra propia sociedad actual: en clara decadencia económica, cada vez más sumida en la mediocridad y la escasez, al borde del agotamiento de los recursos naturales, y de la que ya sabemos que nuestros hijos vivirán peor que nosotros. ¿Alguien duda de que no pasaran muchos años antes de que ciertas profesiones, precisamente, las más elevadas, comenzarán a ser innecesarias?

Por último, quiero destacar el maravilloso trabajo de ese genio traicionero e irregular llamado Hans Zimmer: una auténtica maravilla. Si Zimmer peca a menudo de tirar del más descarado autoplagio, aquí se reinventa completamente. El Resultado es una música solemne, introspectiva y melancólica, que a veces parece beber del estilo de Philip Glass y en otros hace recordar al Mahler más crepuscular y fúnebre de la Novena y Décima. Palabras mayores.

Inolvidable.
Jinete nocturno
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