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Estados Unidos Estados Unidos · 544 Camp Street. New Orleans
Voto de Jinete nocturno:
4
Terror. Thriller Seis años después de la violenta muerte de su marido, Amelia (Essie Davis) no se ha recuperado todavía, pero tiene que educar a Samuel (Noah Wiseman), su hijo de seis años, que vive aterrorizado por un monstruo que se le aparece en sueños y amenaza con matarlos. Cuando un inquietante libro de cuentos llamado “The Babadook” aparece en su casa, Samuel llega al convencimiento de que el Babadook es la criatura con la que ha estado soñando. ... [+]
6 de octubre de 2018
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Queréis oír una verdad incómoda? Pues os jodéis, a esta invita la casa: la gente no premia lo excelente, lo verdaderamente grande o sofisticado, sino a aquello que encaja con sus estándares de mediocridad. Dicho de manera más sencilla, y aplicado al mundillo del cine, aquello que puede entender con un mínimo y no le exige mucho más. Ojo, no se trata de presentarlo todo mascado, hay que “currárselo”. El cineasta que aspire al éxito debe ser capaz de vestir sus estúpidos lugares comunes con la dosis suficiente de pretensión como para que el Homer Simpson de la sala necesite rascarse un poco la cabeza y, llegado el momento, se diga sonriente: “Ah, de eso va la peli. Qué listo soy, y que brillante el director este, que ha sabido retar mi inteligencia. Le pongo un diez, obra maestra”. Es el reputado método Nolan: cubrir lo ya narrativamente sobre-explicado con toneladas de pretensión vacua y experimentación formal para que parezca algo “complejo” y “molón”.

Pues bien. Os cuento esto porque solo eso, su grosera mediocridad cargada de pretensión, explica cómo este torpe y soporífero pestiño recibió en su momento tantas y tantas críticas positivas: a la gente le gusto porque, de tan obvia y mascada, la entendieron sin grandes problemas. O a lo mejor por lo contrario; porque no la entendieron en absoluto. Vete tú a saber...

Vayamos al grano: La película es un completo desastre a nivel tanto de guion como de ritmo, de principio a fin. Un patético quiero y no puedo que dura una eteeeerna hora y media. O no llega -los primeros cuarenta minutos, además de soporíferos e insufribles, son un canto al infanticidio; en mi puta vida he visto un niño tan odioso- o se pasa -la última media hora es tan excesiva y exagerada que uno solo queda sonreír cínicamente a la pantalla-. ¿Sutileza?: ¿qué es eso? ¿Atmosfera?: ¿para qué? ¿Trampas de guion?: las que quieras y más. ¿Efectismo?: dos tazas. ¿Psicoanalisis low cost?: con un vaso moloko plus fresquito, porfa.

Uno se sienta a ver la película y, cinco minutos después, ya sabe dos cosas. La primera es que deseas ver al chiquito agonizar. La segunda, y ahí está su fracaso como película, TODO lo que va a suceder en la siguiente hora y media. Y no, no es porque sea un portento nivel Pablo Casado. Ni siquiera por las tropecientasmil películas de género que llevo vistas, qué va. Es porque TODO está mascado, predigerido y deglutido en la boca del espectador: en plan pájaro alimentando a sus polluelos. ¿Será que tengo cara de gilipollas, que me lo muestran de tres maneras distintas? No hay un ápice de sutileza, de ambigüedad. Solo le ha faltado meter flechas intermitentes en pantalla apuntando. “Ojo, que la prota escribía cuentos infantiles”. “Ojo, que esta trumada”.

A la hora de narrar terror, hay dos caminos, solo dos. El primero es decantarse claramente por explicitar un elemento sobrenatural: dejar claro al espectador que la amenaza es exterior y objetiva: un fantasma, un alien, vampiros, zombies… El otro, a mi juicio mucho más interesante y difícil de hacer, es dejar ese elemento en la ambigüedad: sembrar la duda de hasta qué punto esa amenaza es real o surge de la mente transtornada del protagonista. Ejemplo de libro, El Resplandor: ¿Hay fantasmas realmente en el Overlook? ¿Es la sugestión y el aislamiento lo que vuelve loco a Jack Torrance? ¿Ambas cosas? Pues bien, Babadook juega a lo primero cuarenta minutos para, ciscándose en sus propias reglas, intentar girar 180 grados en su segunda mitad. Pero lo patético es que ha sido tan torpe dejando las miguitas de pan que no hay ambigüedad posible: es obvio que estamos ante una loca del coño, punto. No hay misterio ni espacio a la duda. Todo el elemento de amenaza desaparece. Por tanto, da igual lo inquietante que sea la figura del Babadook de los cojones: no te lo crees. Y si a eso le unimos el tono de casposa pretensión y las metáforas pseudointelectuales a lo Lars von Trier de saldo… Por Dios, que acabe ya.

Lo dicho: una torpe, muy torpe, extremadamente torpe, película de no-terror, no-suspense y no-miedo. De lo más decepcionante que he visto en años. Un coñazo. Mi dedo medio solitario y erecto a los que, en su momento, la pusieron por las nubes.
Jinete nocturno
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