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España España · Madrid
Voto de Pedro:
9
Drama Para Jack, un niño de cinco años, la habitación es el mundo entero, el lugar donde nació, donde come, juega y aprende con su madre. Por la noche, mamá lo pone a dormir en el armario, por si viene el viejo Nick. La habitación es el hogar de Jack, mientras que para su madre es el cubículo donde lleva siete años encerrada, secuestrada desde los diecinueve años. Con gran tesón e ingenio, la joven ha creado en ese reducido espacio una vida ... [+]
1 de marzo de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para el espectador que termina de ver esta proyección será sumamente sencillo vislumbrar a priori dos películas en "La habitación". Una con cada una de sus partes claramente diferenciadas por el ecuador del metraje. Así aparentemente muy distintas en tono e incluso estilo, la primera se nos antoja un thriller dramático, de construcción inicial en la intriga y que lentamente desarrolla una creciente tensión que hacia la mitad de la cinta nos obsequia con una resolución trepidante. Es entonces cuando respiramos hondo y al mirar el reloj de reojo nos decimos: "Pero si queda otra hora, ¿y ahora?".

Pues ahora, en una segunda parte, vemos un drama en esencia, con un desarrollo de ritmo pausado, donde se ahonda en la psique de los personajes que vivieron lo excepcional para sus vidas en la primera parte. No exento todo ello de expectación quizás pensando que podría de nuevo suceder algo excepcional que aumentase la tensión hasta retornar al thriller, pero que sin embargo no sucede. Lo que sucede es incluso más sobrecogedor, sucede un milagro que con calma cierra la tempestad. Porque hay una esencia que une, suelda y da plenitud a ambas películas dentro de una.

Esa esencia es el sentimiento entre madre e hijo que nos muestra por encima de todas las cosas Lenny Abrahamson con una realización tan sencilla como cuidada. Madre e hijo que encarnados de forma intensa por la joven actriz Brie Larson y el jovencísimo actor Jacob Tremblay, dan todo un recital de interpretación que hace realista el sentimiento hasta dar sentido a dos vidas: la del hijo que aprende y descubre el mundo a través del apoyo y protección de la madre, y la de la madre que sobrevive física, moral y mentalmente gracias al hijo que llena, da sentido y valor a su existencia. Ambos aprenden a curar juntos y sosteniéndose en el otro sus heridas.

Aunque la historia aparece contada desde el punto de vista del personaje del niño Jack, que es el que en todo momento permanece en cada secuencia e incluso el que con voz en off narra sus sensaciones, es una historia de dos, pues cada uno se completa sólo con el otro aprendiendo a distinguir entre lo aparente y lo real, lo deseado y lo necesario. Ese contraste en este film es tan mágico que hasta la realidad quiso que la planeada nieve artificial en el final no fuese necesaria porque nevó de verdad.

Los diálogos, elaborados con el mérito de la autora de la novela y guionista de éste su primer largo cinematográfico -Emma Donogue-, lo son todo. Avanzan desde la asfixia de la protagonista femenina por verse privada de un universo que conoce y anhela, y el descubrir de un niño para el que ese universo es su madre y una habitación, hasta la apertura al mundo, a la realidad bella y dura, alegre y triste, también a ratos asfixiante y a ratos esperanzadora. Esos diálogos, esa viva interacción entre madre e hijo, ese aprendizaje continuo y ese intercambio de necesidad construyen el sólido cemento que aúna las dos partes: el amor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Pedro
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