José Coronado da vida a un médico que ve como su hijo adolescente queda en estado vegetativo tras sufrir una brutal agresión. La misma tiene lugar en los alrededores de una discoteca, y los motivos de la disputa no están claros, ni resultan obvios a priori.

Las dificultades para encontrar a los responsables, unida a la precipitación de un padre en estado de shock emocional, y a unos vericuetos legales incompatibles con la inmediatez y las urgencias, le hacen emprender un camino que nos recuerda al ya célebre padre coraje, ese abnegado padre que se infiltró en círculos criminales para localizar al asesino de su hijo. Su historia la llevó a la televisión Benito Zambrano.

En esta cinta, Miguel Ángel Vivas no dota al protagonista de la integridad del último, y junto a la determinación por encontrar a los culpables, le dota de una sed de venganza, a modo de justiciero de la ciudad, que nos hace reflexionar sobre los límites y barreras que son lícitas traspasar.

Los tiempos narrativos de la historia son administrados con maestría, y Coronado, con mucha mili a sus espaldas a la hora de lidiar con personajes de estas características, dan crédito a un relato que mantiene en todo momento el atractivo.

Un inspirado final, nos recuerda las aristas de la vida, la dificultad de calibrar bien las cosas, y que los grises suelen abundar más que los claros y los oscuros