El niño biónico no es una buena película, ni tan siquiera es interesante, ni entretenida, quizás se haga eterna aunque no llegue a hora y media, pero la tenía que ver si o si. Y os explicaré el motivo.

Me crié en un pueblo de pescadores llamado Arguineguín en la isla de Gran Canaria, a los que os guste el fútbol os sonará por ser el pueblo de los jugadores Juan Carlos Valerón o David Silva. A principio de los ochenta teníamos poco con que distraernos y esperábamos al fin de semana para poder ir al cine. Y os lo aseguro, veíamos lo que había, nos gustase o no. Antes de entrar, solía pasar por un bar cercano y por 25 pesetas nos daba un vaso de agua y un huevo duro para comer con sal. Auténtico manjar cuando tienes 7 u 8 años. Y luego el cine costaba 100 pesetas (0.60 céntimos), mi padre nos solía dar a mi hermano y a mi 500 pesetas (3 euros) así que íbamos sobrados. Pero bueno, al grano que me lío.

Me vi ésta película hace mucho tiempo y lo cierto es que la trama me importaba un pimiento, queríamos ver al chaval dar cates, repartir estopa a diestro y siniestro y salir del cine con la adrenalina a tope y con ganas de practicar lo que habíamos visto.

Hoy casi 40 años después la veo y le veo todas las costuras, un guión flojo no, lo siguiente, una trama casi ridícula. Unos efectos especiales que se limitan a disminuir la velocidad a las escenas del chico para aparentar que es un ser fuera de lo normal. Hasta las peleas son penosas, la coreografía brilla por su ausencia. Y ya no digo nada de los malos, esas risas falsas cada vez que cometen un asesinato son simplemente ridículas, pero una seña de identidad en el cine asiático del momento. Y la banda sonora...mejor ni la comento.

En fin, no se la recomiendo a nadie, salvo que le una algo afectivo como en mi caso.