No está nada mal luchar por los sueños de uno, siempre y cuando tengas alguna posibilidad, aunque mínima, de conseguirlos, sino sería simplemente perder el tiempo.

El protagonista de Whiplash es un chaval con una vida un poco complicada en casa, su madre se fue de casa hace tiempo y su padre es un escritor frustrado. Esto motiva al chaval a meterse en la cabeza ser alguien en la vida y demostrar que él si pudo llegar a la meta. Para ello estudia en un conservatorio de música de bastante prestigio tocando la batería y allí hay un profesor muy bueno, pero muy exigente, con unos métodos pocos ortodoxos.

El argumento en si muestra los pasos por el tiempo desde que el chaval toca en el conservatorio, hasta que por azares de la vida, este profesor se fija en él y lo lleva a tocar a su banda. Lo que en un principio parecía el primer paso para el éxito, se convierte en una constante presión hacia el chaval, adornada con insultos, menosprecios y agresiones, lo que despierta en el chaval dudas y ansiedad. Pero no está por la labor de darse por vencido, ni su profesor de ceder en su empeño de destrozarle la carrera.

Este tira y afloja entre alumno y profesor es lo que mantiene la película en si, y funciona, aunque en ocasiones raye lo increíble a los ojos de los espectadores. Disfrutaremos de la música, aunque no esperen escuchar una pieza entera, ya que la búsqueda de la perfección es lo que tiene, que repites, repites y repites hasta la saciedad.

Increíbles las interpretaciones de Miles Teller y en especial de J.K. Simmons.