Una película mexicana que se aleja de los tópicos habituales de nuestro cine siempre será bienvenida, si a eso se le añade que presenta algunos logros en su narración, aunque no escapa a recursos fáciles para tratar de impresionar a la platea.

Chema (Mauricio Argüelles) decide participar en un gran robo al Hipódromo de las Américas junto a su compañero Fierro (César Rodríguez), para hacerle frente a una gran deuda, por lo que deben convocar a tres compañeros para realizar la operación: Bosco (Adrián Vázquez), Tino (Ruy Senderos) y su hermano Jaime (Luis Roberto Guzmán).

Tras realizar el atraco y dar un golpe adicional no contemplado, el grupo decide esconder el dinero hasta cinco años después, cuando el delito prescriba, pero detrás de ellos está un obstinado policía (Hernán Mendoza) buscando detenerlos y recuperar el botín.

La película es un thriller de acción que basa en su montaje la efectividad de su relato, con una narrativa no lineal que cada tanto va descubriendo algún giro hasta llegar al último tramo, donde las sorpresas se incrementan y es ahí donde pierde un poco de efectividad el relato.

Si bien la trama es entretenida y en su mayor parte bien actuada, hay un exceso de musicalización que entorpece algunas de las secuencias y les resta tensión, mientras que el tramo final adolece de cierta credibilidad ante tanto giro que toma la historia.

Así, termina siendo un producto entretenido más no del todo logrado, donde se agradece el intento de retomar historias más allá de las típicas comedias románticas.


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