En su nueva película, la realizadora Alice Rohrwacher presenta una película sorprendente y original, con un personaje singular que sostiene un relato que se mueve entre el drama fantástico y el realismo mágico con saltos temporales que dan forma a una película fuera de lo común.

Lazzaro (Adriano Tardiolo) es un joven campesino que vive y trabaja en una aldea alejada del resto del mundo, donde una marquesa control y abusa de sus habitantes a los que explota y tiene trabajando y viviendo en condiciones deplorables.

A la vez que todos son explotados por la marquesa, ellos abusan del joven Lazzaro sobre quien recargan sus frustraciones e ignorancia, pero todo empieza a cambiar para Lazzaro cuando conoce al hijo de la marquesa, quien empezará a contarle lo que existe más allá de su aldea.

El relato se divide en dos partes bien marcadas, la primera, donde Rohrwacher narra el día a día de la comunidad y sus habitantes, su forma de vida y sometimiento ante la mano dura de su abusiva patrona, todo en un tono que se mueve entre el registro documental y cierto aire al neorrealismo.

La segunda parte, que sucede algunos años después ya en la ciudad, presenta a los mismos personajes tratado de sobrevivir en otro hábitat, en donde el relato luce un trazo un tanto más recargado y alegórico, pero siempre soportado en el protagonista, Adriano Tardiolo, un hombre con una expresión que exuda bondad y sinceridad, logrando componer un personaje similar a un santo, que le permite a la realizadora introducirse al realismo mágico siempre con una componente de crítica social presente.

Rohrwacher consigue una película diferente y novedosa, narrada con buen pulso e ingenio y sin apelar a la complacencia, una feliz rareza poco habitual en estos tiempos.

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