El cine de género coreano ha alcanzado una madurez plena, desde lo temático y lo narrativo, por lo que cada película llegada desde dicho país es una sugerente oferta que no debe ser desaprovechada.

Hee-yeon es una madre que años atrás perdió al más pequeño de sus hijos, un día ve a una extraña niña que parece perdida, ella la acoge en su casa, donde vive con su esposo y su hija, además de la madre de su esposo.

Pronto establecerá una conexión especial con la pequeña, fortalecida por si instinto materno dañado, pero poco a poco nota que la pequeña extraña empieza a mimetizarse con su hija, confundiéndolas todo el tiempo, hasta escuchar voces que provienen de una cueva que esconde algo extraño.

La película consigue equilibrar una historia de drama con otra que contiene notas de fantástico y el horror, siguiendo una premisa algo compleja, pero logrando narrarla de tal manera que ninguna de las dos termine opacando a la otra.

Si bien cuesta por momentos seguir la trama que se enrevesa cada tanto, el buen desarrollo de esta triunfa otorgando al espectador una historia que se equilibra entre momentos inquietantes y otros que incluyen huecos que habrá que ir rellenando con la información dada.

Es ese equilibrio conseguido la mayor virtud de una película que se arriesga, como bien sabe hacerlo el cine asiático, con personajes bien desarrollados, escenas emotivas y un tramo final que logra altos momentos de tensión.

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