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España España · ALCALÁ DE HENARES
Voto de Inaki Lancelot:
5
Drama. Thriller Durante la dictadura militar argentina (finales de los 70), el excapitán de la Armada Tomás Kóblic (Ricardo Darín) participó en “los vuelos de la muerte”, denominados así porque se arrojaban vivos al mar a los detenidos-desaparecidos. Cuando abandona la Armada, Kóblic se refugia en Colonia Helena, donde impera la ley del comisario Velarde (Oscar Martínez), un delincuente con uniforme policial, líder de una banda que se dedica al robo de ... [+]
20 de junio de 2016
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el pasado reciente de América Latina existe una época oscura que cuesta aceptar y a la que se va acercando el séptimo arte con cierta frecuencia en los últimos años. Se trata del momento en que las dictaduras del cono sur formaron una entente común, formalizada en los llamados vuelos de la muerte. Un sistema que llevó a cabo ejecuciones de detenidos hechos desaparecer, lanzándolos al mar desde aviones en pleno vuelo.

Si el realizador hubiera dirigido su mirada directamente sobre las víctimas y cómo llegaron al funesto aeroplano, o sobre los agentes que los custodian e inmolan, «Capitán Kóblic» sería cine político y de denuncia. Y probablemente dejaría muy mal cuerpo en el espectador. Como así hace la lectura de los informes publicados por la comisión de la verdad de Argentina. Pero, como señalaba en la introducción, mirar de frente a ciertos personajes choca con ciertos condicionantes insoslayables.

Así que el protagonista del film que nos ocupa no es víctima ni verdugo. Es un piloto aeronáutico de vida desahogada que ve expropiada su profesión en nombre de la gobernanza, dejando de transportar por el mundo a hombres de negocios y turistas y pasando a formar parte de la maquinaria de los vuelos de la muerte.

Como tampoco es digerible para la audiencia un hombre malo, el rol principal con el que se pretende empaticemos, se retira de tan macabras acciones. Quizá quisiera rebelarse pero los mecanismos del mal no dan lugar a ello, como bien sabe transmitir el argentino Sebastián Borensztein en esta su cuarta película. Y es su acierto principal conseguir que el espectador interiorice la presión del mecano sin necesidad de discursos que lo expliciten. Una recreación de ambiente opresivo lleno de ojos vigilantes y delatores del comportamiento que se distinga mínimamente de la mera obediencia en la línea de la también argentina «Infancia clandestina».

Da vida al capitán Kóblic Ricardo Darín, ayudando a entender a través de sus gestos y miradas el descenso de peldaños en la escala social, el empeoramiento de su calidad de vida en los hechos más cotidianos, la condena que le supone su falta de colaboración ciega. Suya es la actuación más destacada del reparto.

Superada la premisa que describo en los primeros minutos de metraje, el film pronto deriva en otros asuntos que recuerdan a momentos clave de películas emblemáticas. Como «El cartero siempre llama dos veces» o como ese final de «Casablanca» en el que, no lo olvidemos, es fundamental la presencia de un aeroplano que libera de una muerte segura.

La temática del deseo apasionado entre dos personas cuya relación es inviable es interesante. Los malos tratos, el incesto y la violencia en el entorno más íntimo como síntoma de una sociedad enferma en la que las armas toman el poder, también. El sentido de culpa del superviviente, el afán por cumplir con el deber sin preguntar como irreflexiva semilla totalitaria, el precio de ser consecuente, la fidelidad al origen, la escasez de oportunidades... Cada uno de ellos es tema suficiente por si solo para construir una excelente película. Pero ninguno ha sido asumido como fundamento único en este film. Y ello es su principal defecto. Su juego de equilibrios por no decantarse y no herir sensibilidades.
Inaki Lancelot
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